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martes, 13 de octubre de 2015

ENTRE LO DULCE Y LA ÑOÑERÍA


Muchas veces este vecino del mundo se acuerda de las conversaciones que sus padres tenían a la hora de comer cuando era pequeño, que también lo fue, aunque fuera en blanco y negro, más por la época que por las estrecheces que también las había.

Una de las frases más recurrentes entonces a la hora de comenzar un recuerdo, era aquel: Pues en los tiempos del hambre… Porque los años de la guerra civil y posteriores, se conocieron así, “los años del hambre”. Y en aquellos años, y como se diría ahora, cada uno se buscaba la vida, y nunca mejor dicho, como podía. Fueron los años del estraperlo, y también de los sucedáneos. De comer tortilla de patatas, sin patata ni huevos, naturalmente, y el café, de puchero, con más achicoria que café, cuando no era achicoria en solitario.

Con esto de la crisis, y como jugando,  cada uno encuentra sustitutos incluso para las comidas, aunque más de uno se salve utilizando productos blancos de algunos grandes almacenes....

Para el desayuno, la leche aguada ya es frecuente, con tal de que no aparezca un pez que denote demasiada, en pleno desayuno. Lo importante es darle al magín para ahorrarse el dinero que uno ya no tiene.

Desde hace un tiempo, este vecino del mundo ya no utiliza azúcar, ni cualquiera de los sustitutos de glucosa, o finas hierbas que pudieran existir.

Cuando tengo ganas de beber algo dulce, me veo unas cuantas imágenes que tengo bien guardadas, por cierto, en el disco duro de mi ordenador (que también  tendrá que resistir el máximo de tiempo posible sin averiarse, porque no hay dinero para otro nuevo) de Carlos Baute y su esposa, echándose flores el uno a la otra y viceversa, y me endulzo hasta las entretelas. ¡Eso sí! Hay que tener mucho cuidado con este “edulcorante” porque puede empalagar, incluso en pequeñas dosis. 

Y es que eso de jugar a pareja de cuento, o virginal de larga duración, en la vida real hace que cuando menos les tengas que mirar con gafas de sol, para que no  te deslumbren. Porque, entre lo dulce y la ñoñería, hay la misma distancia que entre el café y la achicoria, la apariencia

Este vecino del mundo se considera romántico, pero no romántico de papel cuché, ni de que le salgan estrellitas en el brillo de los dientes, o en las pupilas. Porque lo mismo que ves estrellitas, cualquier día puedes ver el símbolo del dólar o del euro, y eso ya desvirtúa lo dicho, especialmente cuando detectas, que detrás casi siempre hay una marca de algo en los denominados “photocalls”, o "galería de sinceridades sobrevenidas profident”.

*FOTO: DE LA RED