lunes, 27 de julio de 2020

SOLA ANTE LA POLÉMICA


No sé cómo he podio vivir hasta ahora  sin saber la noticia: Pilar Rubio  y Sergio Ramos han sido padres de su cuarto hijo, Máximo Adriano. Orillando el chiste fácil de que ya les queda menos para formar un equipo de fútbol, las redes sociales, una vez más, han entrado al trapo hasta el fondo.

Y es que la pareja, o sus asesores si los tienen, que en ese caso deberían de ser despedidos fulminantemente, lo han puesto muy fácil. En las fotos que han distribuido, se supone que a los pocos minutos del parto, la madre, Pilar Rubio, luce un rostro que para sí lo quisieran muchas, y si me apuran hasta muchos: un maquillaje perfecto.

La gente siempre más partidaria de que todo vaya mal a los demás, especialmente si se trata de algún famoso y, se supone, con dinero, ha aprovechado la ocasión para hacer chistecitos de todo tipo recalcando en tono jocoso un perfecto maquillaje hasta después de parir…

Sinceramente, esta vez me tengo que posicionar a favor de la feliz pareja. Han sido consecuentes con su manera de vivir, que siempre, al menos eso han transmitido siempre, tiene un mucho de apariencia. Incluso el común de los mortales normalmente hubiera parido un Adriano, pero ellos, rizando el rizo, una vez más, han engendrado un Máximo Adriano, lo que en matemáticas hubiera equivalido a un Adriano a la máxima potencia.

Todo lo que se vende a estos niveles, o ayudará en el futuro a vender, tiene que ser profesional, como el maquillaje motivo de la polémica.

Al final, si alguien no ha estado a la altura, por decirlo de alguna manera, ha sido el padre de la criatura, que le ha dejado a ella sola ante la polémica. Y es que Sergio Ramos debería haber redondeado la escena luciendo, como no podía ser de otra manera, la indumentaria de la próxima temporada del equipo que él representa. 

Si somos, lo somos hasta el final.


*FOTO: DE LA RED

viernes, 17 de julio de 2020

TIEMPOS DE DISTANCIAS CORTAS...



A mí, a este vecino del mundo, la nueva normalidad le está matando. 

No puedes hacer planes ni a cinco días vista, porque puede que dentro de cinco días ya estemos todos calvos. Es muy probable que no te dé ni tiempo de llegar al autobús, al avión, o lo que tuvieras previsto utilizar para desplegar tus alas veraniegas.

Como decía el muy recordado “Chiquito de la calzada”, filósofo entre los filósofos de a pie: “La cosa está muy malamente”. Cualquier día comparece Fernando Simón dando pasitos y saltitos, porque lo del “no puedo, no puedo” ya se le está quedando corto.

En Donosti, el comportamiento de la gente, en apenas veinticuatro horas, ha dado un cambio radical. Al final sólo respondemos al castigo, y es que cien euros significa suspender una salida con la cuchipandi o lo que se esconda tras esas mascarillas, que por mucho de diseño que sean, no dejan de ser una especie de pasaporte para intentar escabullirte del bicho malo.

Este año, tiene toda la pinta de que va a primar la distancia corta, los planes pincelados con  dos días vista, porque el resto se puede escapar al intelecto pospandemia. Hacer un viaje en autobús de doce horas puede ser el equivalente de lo que antes sería ir de gira por el famoso Triángulo de las Bermudas.

Personalmente, y tras tanto brote y rebrote, ya he comprobado qué tal ando de previsiones de papel higiénico y sigo preparado para distancias largas. Lo de comer, bien pensado, me vendrá bien ajustarme el cinturón, por cuestión de gastos, sí, pero de los de calorías.

Llamadme malpensado, pero tiene toda la pinta que este año se nos junta la salida  de las vacaciones de verano con el regreso de Navidad. Y es que  si algo nos ha enseñado el confinamiento es que en una casa entran todo tipo de distancias: las cortas y las largas. Solo nos hace falta un mando a distancia y, especialmente, mucha paciencia para la convivencia incluida con nosotros mismos.

*FOTO: DE LA RED

jueves, 16 de julio de 2020

LA VIDA ES SUEÑO...



Me acabo de despertar, es la una y media de la madrugada, frente al televisor. Todo el tiempo escenas, una tras otra, de olas rompiendo al acercarse a la orilla, mientras surfistas rubios quemados por el sol intentan no salir damnificados. Todo ello aderezado con rock especialmente duro sobre un fondo naranja, y en algún lugar, en ese mismo fondo, montones de palmeras.

Tengo la sensación de estar soñando. Me acerco al ordenador en otra habitación. No sé por qué pero tengo la certeza ahora de que estoy soñando. Conecto con un periódico digital de  Donosti. En portada prácticamente sólo noticias del Covid. Hay un gran brote, un auténtico brotón, de 250 personas en un camping, lo conozco, de Zarautz.

Es como abrir una ventana, y ésta se ha convertido en una pantalla de televisión con un gran plano repleto de diferentes televisiones, todas ellas con noticias del Covid, y de gente comiendo en terrazas. El mundo vomita enfermedad e intento cerrar la ventana antes de que me agreda.

Huyo hacia la puerta de salida de mi casa y la abro. Me doy de bruces con el interior de mi frigorífico. Reconozco la compra, porque hace apenas cinco horas estaba en mi carrito del super.

Ahora unas cuantas vecinas están hablando con una periodista de La Sexta. Están diciendo que llevo muchos años viviendo en el inmueble y que nunca he dado ningún problema, y que siempre he sido muy atento al saludar.

Mi último recuerdo, a modo de una gran isla paradisiaca, un paracetamol también rodeado de surfistas. Espero haberlo tomado, y que todo sea un gran pequeño sueño. ¡Socorro! No me veo y no sé si llevo puesta la mascarilla. Para colmo de males, no sea que además me caiga una multa de cien euros, y ésta sea lo más real de todo. Lo último que siento, y lo siento de verdad, es mi esfínter cerrarse.

*FOTO: DE LA RED

martes, 7 de julio de 2020

...POR NO LLORAR



Hace un rato estaba, a l lado mismo de mi casa, en el bar de cabecera (si hay farmacias con esa denominación también debe de haber bares o tabernas con esa función, se lo merecen). Y mientras este vecino del mundo tomaba un cafelito, ha entrado un señor de mediana edad, que en su día se aburrió y todavía le dura. Y esperando por un chupito de whisky, sin prisas, y sin mucha menos ilusión, ha comenzado a hablar sólo, mientras miraba más allá del espejo que tenía en frente.

“…Y Bolsonaro ha dado positivo –decía para sí mismo, y para todos.- Pues debe de ser lo único positivo, que ya es algo, que ha aportado a su país. Y además, seguro que sin querer. Le ha pasado como al británico, al Boris Johnson ese, que no creían en la potencia de ese bichito, el corona. ¿No querían café? Pues toma dos tazas. Ya solo falta que el Donald americano ese, el ricitos de oro, el naranjito de La Casa Blanca,  lo coja también, y ya tendremos otro tipo de “Santísima Trinidad” porque también éstos están en sus altares además…”

Ya le he dicho al camarero, mientras le guiñaba un ojo, que no sabía que habían reconvertido el negocio en un club de stand up comedy. Y me ha contestado  que esperaba que me gustara la primera actuación, que es un nuevo valor.

Algunas veces, la mayoría, una mezcla de aburrimiento y desidia, puede lograr lo que en otros momentos lo conseguiría un buen pelotazo. Ese comentarista de barra estaba en el límite entre el aburrimiento y la desgana de ver, quizás sin ser muy consciente de ello, el presente que estamos afrontando.  Y en el que puedes encontrar de todo, especialmente nada bueno, y mucho menos un reducto de esperanza.

*FOTO: DE LA RED


lunes, 6 de julio de 2020

TIEMPOS DE HOUDINI



Este año me da la intuición, por no decir el pálpito, que suena pelín trasnochado y cursi (además que ya los que antes éramos clase media y que ahora no tenemos ni clase ni nada, ya nacemos sin ello), que lo de ir de vacaciones de verano va a ser como el desenlace de una película de Hitchcock, que hasta el último segundo no se sabrá si vamos o no.

Y es que tal como está el patio  de brotes del coronavirus, subiendo más que un termómetro en un baño turco, no puedes saber, con varias semanas de antelación, si sólo tienes que llevar ropa de verano, o de invierno también, por aquello de que te puedan forzar a estar confinado  y ver a la Pedroche comiendo las uvas  en la Puerta del Sol, y tu con cara de sueco, o haciéndote el mismo, con pantalones cortos y chancletas, mientras desde el cielo caen todo tipo de plagas.

Por cierto, hoy es la víspera de San Fermín, pero en esta nueva realidad, al que se arremoline en la Plaza del Ayuntamiento en Pamplona, en las horas previas al chupinazo, habiendo tenido que pasar todo tipo de control policial, no se sabe si le van a llamar despistado, irresponsable que sería lo propio, o Houdini por ser el rey del escapismo.

Lo mismo que antes del coronavirus, y visto con los ojos del ahora, se puede decir que éramos felices aunque fuera de marca blanca, y no lo sabíamos, ahora estamos viviendo una especie de apocalipsis pero sin efectos especiales, en lo que lo  primero que ha sufrido ha sido precisamente nuestros afectos especiales. Los más allegados han sido separados a golpe de alarma, y nos hemos ido anestesiando con internet y plataformas televisivas.

Sin embargo, sales a la calle a darte un paseo, que es de lo poco que todavía es gratis, y además no viene envasado en plástico, por lo que es totalmente ecológico, y no notas a la gente en las terrazas repletas, o haciendo un chiste, de “b(r)ote en b(r)ote”,  ni crispada, ni mucho menos con la mascarilla puesta.

Si fuéramos el mar, estaríamos en calma chicha total, momentos antes de la tormenta perfecta...

*FOTO: DE LA RED

miércoles, 1 de julio de 2020

CON AGUJETAS EN EL ALMA


Y ya estamos a 1 de Julio del 2020. Hemos quemado medio año sin parpadear, o mejor dicho en este caso, el medio año ya pasado nos ha incinerado a nosotros.

Hemos vivido la trama de una película de ciencia ficción y un thriller al mismo tiempo, iba a decir que gratis, pero de eso nada. Ha habido un alto costo sobre todo en vidas, y esa sensación de que estas varias generaciones que habían vivido, por decirlo de alguna manera, “tranquilas”, ya han sufrido su “guerra” particular, que en el mejor de los casos nos ha dejado con el panorama de nuestras vidas cambiado.

Algunos pensarán que exagero, pero ya nunca más seremos los mismos, aunque hagamos las mismas cosas y vistamos las mismas ropas. Teniendo el bagaje que ya tenemos, no podemos mirar hacia adelante, al menos sin agujetas en el alma, por el vapuleo del destino sufrido.

Quizás, y tal como nos encontramos, las verdaderas Navidades se debieran celebrar ahora. Para vivirlas en familia, y recogidos en nuestras casas. Y no ir todos como locos a la búsqueda del virus a la misma playa, o a la misma cola de la terraza, aunque ésta se encuentre en la ciudad.

Ya sé que estoy hablando como un pesimista, que normalmente no lo soy, o al menos no me considero como tal, pero siempre se ha dicho también que un pesimista es un optimista bien informado.

Por cierto, me consta que más de un empresario este año tiene a huevo practicar el chantaje emocional con sus empleados a la hora de que quieran disfrutar sus vacaciones. Además, si otros años sin pandemia ya lo hacen o intentar hacer, lo del chantaje emocional me refiero, ahora solo tienen que hacer una pregunta, "¿No has tenido suficientes vacaciones este año?", mientras te miran a los ojos, esos que en muchas circunstancias, como ésta precisamente, están directamente relacionados con las ganas de defecar.

Una ayuda para intentar contestar adecuadamente a la pregunta comprometida y con mala leche de su “querido” jefe:
"Sí, ya lo sé, pero como buen español y mucho español, nos tenemos que sacrificar yendo de vacaciones, aunque no tengamos ni ganas ni dinero, para que sus compañeros empresarios de la industria turística, puedan salir del paso y respirar con menos dificultad. El deber nos llama."

Y si a eso acompañas con unas lagrimitas saliendo de tus ojos, y el mismo tono que el discurso de Escarlata O´Hara en “A Dios pongo por testigo…”,  llegarás como trabajador en tu mismo curro hasta finales de año. Eso espero.

*FOTO: DE LA RED