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martes, 17 de noviembre de 2020

CON ESTOS MIMBRES...

Tal como se están poniendo las cosas (ayer los de la vacuna Moderna hablaron de ella diciendo que tiene un 95 por cierto de eficiencia y su logística es más asequible que la de Pfizer) el año que viene nos lo vamos a pasar, en lugar de como en aquella canción que decía “de bochinche en bochinche”, de vacuna en vacuna.

El verano que viene en lugar de la canción del verano hablaremos de la vacuna del verano, y en el chiringuito de la playa, más pintado tras los respectivos cierres que una viuda en busca de novio, habrá otro tipo de friquis, aquellos que dicen que como no se fiaban, ellos previo pago de su bolsillo, ¡será por dinero!, se han tomado cinco o seis vacunas diferentes. Porque ellos, eso siguen diciendo, no podían más con la dictadura de las mascarillas.

Eso no sé si será el sueño de una noche de verano, o intentar blanquear éste negro presente, con los mimbres del humor, que ya se sabe que es una cosa muy seria. Que por cierto, en esta España que siempre ha sido más de reírse de los demás, que de mirarse en el espejo, y aunque sea guiñándose un ojo de complicidad, visualizarse en una viñeta con los tontos del día, o del minuto.  Y es que sesenta segundos dan para mucho, y te puedes sacar los colores varias veces seguidas, ya que el ridículo, como la vida misma, siempre es mejor en color que en blanco y negro.

Por lo demás, ahora los políticos de marras están intentando conjugar el verbo “Bildu”, cada uno desde las normas gramaticales que su madre patria le ha dado.  Y como ya se sabe, todo es cuestión de acento, más o menos grave, y de necesidad de aprobar no solo unas cuentas, sino asuntos que el tiempo parece haber desatado aún más…

*FOTO: DE LA RED

 

lunes, 19 de octubre de 2020

SU CHASCARRILLO FAVORITO

 

Tenía un compañero de trabajo, hasta que un Ere nos separó (mandándonos a los dos a la calle por tener más de cincuenta y cuatro años), que cada vez que se sorprendía por algo solía decir eso de: Es para mear y no echar gota.

Pues eso es lo que está ocurriendo ya no solo en Madrid, sino en ese cortijo que es España..

Sinceramente, la mascarilla nos viene bien, y no solo con el coronavirus, sino para pasar la vergüenza ajena por todos nuestros políticos, y ese espectáculo que montan cada vez que se juntan en su oficina, conocida como "hemiciclo".

El día en que una vacuna, o varias, palíe lo que está ocurriendo, se debería de vallar España, y directamente convertir lo que quede de ella en un parque temático. Porque entre unos y otros, nosotros incluidos por nuestra inacción, la estamos poniendo en los mapas pero a nivel mundial.

Dudo que todavía queden extranjeros que puedan situar a España, y consecuentemente Madrid, en algún recóndito lugar de América Central o Sudamérica, porque un día sí y el otro también debemos de ser su chascarrillo favorito.

Todos creyendo que el riesgo de una próxima guerra estaba controlado, y no nos dábamos cuenta de que todos llevamos dentro un arma de destrucción total: el egoísmo, y ese "porque yo lo valgo y la razón es mía".

Ayer, domingo, salí a dar un paseo con la duda de que quizás sea el último, antes de que nos vuelvan a confinar, y además, esta vez, unos por malos, otros por inconscientes, y unos cuantos por mezcla de los dos casos anteriores, nos cierren con llave y la tiren al fondo del mar, matarile, rile, rile...

Se cerraría un circulo perfecto para aquellos que tienen la teoría, que ésta pandemia, en cierto modo, es la guerra que tocaba a nuestra “degeneración”. 

Y empalmando con la anterior guerra, nuestra guerra civil, y sus famosos “matariles”, esta vez no ha hecho falta el silencio de la madrugada, sino ha sido retransmitido, y sin duda en demasía, por esos notarios de la actualidad, conocidos como tertulianos,y que predicen el futuro cinco segundos después de que haya ocurrido.

Sólo se me ocurre una frase de amor entre tanta soledad: Belchite, mon amour, no aprendemos...

*FOTO: DE LA RED

viernes, 17 de julio de 2020

TIEMPOS DE DISTANCIAS CORTAS...



A mí, a este vecino del mundo, la nueva normalidad le está matando. 

No puedes hacer planes ni a cinco días vista, porque puede que dentro de cinco días ya estemos todos calvos. Es muy probable que no te dé ni tiempo de llegar al autobús, al avión, o lo que tuvieras previsto utilizar para desplegar tus alas veraniegas.

Como decía el muy recordado “Chiquito de la calzada”, filósofo entre los filósofos de a pie: “La cosa está muy malamente”. Cualquier día comparece Fernando Simón dando pasitos y saltitos, porque lo del “no puedo, no puedo” ya se le está quedando corto.

En Donosti, el comportamiento de la gente, en apenas veinticuatro horas, ha dado un cambio radical. Al final sólo respondemos al castigo, y es que cien euros significa suspender una salida con la cuchipandi o lo que se esconda tras esas mascarillas, que por mucho de diseño que sean, no dejan de ser una especie de pasaporte para intentar escabullirte del bicho malo.

Este año, tiene toda la pinta de que va a primar la distancia corta, los planes pincelados con  dos días vista, porque el resto se puede escapar al intelecto pospandemia. Hacer un viaje en autobús de doce horas puede ser el equivalente de lo que antes sería ir de gira por el famoso Triángulo de las Bermudas.

Personalmente, y tras tanto brote y rebrote, ya he comprobado qué tal ando de previsiones de papel higiénico y sigo preparado para distancias largas. Lo de comer, bien pensado, me vendrá bien ajustarme el cinturón, por cuestión de gastos, sí, pero de los de calorías.

Llamadme malpensado, pero tiene toda la pinta que este año se nos junta la salida  de las vacaciones de verano con el regreso de Navidad. Y es que  si algo nos ha enseñado el confinamiento es que en una casa entran todo tipo de distancias: las cortas y las largas. Solo nos hace falta un mando a distancia y, especialmente, mucha paciencia para la convivencia incluida con nosotros mismos.

*FOTO: DE LA RED

jueves, 16 de julio de 2020

LA VIDA ES SUEÑO...



Me acabo de despertar, es la una y media de la madrugada, frente al televisor. Todo el tiempo escenas, una tras otra, de olas rompiendo al acercarse a la orilla, mientras surfistas rubios quemados por el sol intentan no salir damnificados. Todo ello aderezado con rock especialmente duro sobre un fondo naranja, y en algún lugar, en ese mismo fondo, montones de palmeras.

Tengo la sensación de estar soñando. Me acerco al ordenador en otra habitación. No sé por qué pero tengo la certeza ahora de que estoy soñando. Conecto con un periódico digital de  Donosti. En portada prácticamente sólo noticias del Covid. Hay un gran brote, un auténtico brotón, de 250 personas en un camping, lo conozco, de Zarautz.

Es como abrir una ventana, y ésta se ha convertido en una pantalla de televisión con un gran plano repleto de diferentes televisiones, todas ellas con noticias del Covid, y de gente comiendo en terrazas. El mundo vomita enfermedad e intento cerrar la ventana antes de que me agreda.

Huyo hacia la puerta de salida de mi casa y la abro. Me doy de bruces con el interior de mi frigorífico. Reconozco la compra, porque hace apenas cinco horas estaba en mi carrito del super.

Ahora unas cuantas vecinas están hablando con una periodista de La Sexta. Están diciendo que llevo muchos años viviendo en el inmueble y que nunca he dado ningún problema, y que siempre he sido muy atento al saludar.

Mi último recuerdo, a modo de una gran isla paradisiaca, un paracetamol también rodeado de surfistas. Espero haberlo tomado, y que todo sea un gran pequeño sueño. ¡Socorro! No me veo y no sé si llevo puesta la mascarilla. Para colmo de males, no sea que además me caiga una multa de cien euros, y ésta sea lo más real de todo. Lo último que siento, y lo siento de verdad, es mi esfínter cerrarse.

*FOTO: DE LA RED

lunes, 6 de julio de 2020

TIEMPOS DE HOUDINI



Este año me da la intuición, por no decir el pálpito, que suena pelín trasnochado y cursi (además que ya los que antes éramos clase media y que ahora no tenemos ni clase ni nada, ya nacemos sin ello), que lo de ir de vacaciones de verano va a ser como el desenlace de una película de Hitchcock, que hasta el último segundo no se sabrá si vamos o no.

Y es que tal como está el patio  de brotes del coronavirus, subiendo más que un termómetro en un baño turco, no puedes saber, con varias semanas de antelación, si sólo tienes que llevar ropa de verano, o de invierno también, por aquello de que te puedan forzar a estar confinado  y ver a la Pedroche comiendo las uvas  en la Puerta del Sol, y tu con cara de sueco, o haciéndote el mismo, con pantalones cortos y chancletas, mientras desde el cielo caen todo tipo de plagas.

Por cierto, hoy es la víspera de San Fermín, pero en esta nueva realidad, al que se arremoline en la Plaza del Ayuntamiento en Pamplona, en las horas previas al chupinazo, habiendo tenido que pasar todo tipo de control policial, no se sabe si le van a llamar despistado, irresponsable que sería lo propio, o Houdini por ser el rey del escapismo.

Lo mismo que antes del coronavirus, y visto con los ojos del ahora, se puede decir que éramos felices aunque fuera de marca blanca, y no lo sabíamos, ahora estamos viviendo una especie de apocalipsis pero sin efectos especiales, en lo que lo  primero que ha sufrido ha sido precisamente nuestros afectos especiales. Los más allegados han sido separados a golpe de alarma, y nos hemos ido anestesiando con internet y plataformas televisivas.

Sin embargo, sales a la calle a darte un paseo, que es de lo poco que todavía es gratis, y además no viene envasado en plástico, por lo que es totalmente ecológico, y no notas a la gente en las terrazas repletas, o haciendo un chiste, de “b(r)ote en b(r)ote”,  ni crispada, ni mucho menos con la mascarilla puesta.

Si fuéramos el mar, estaríamos en calma chicha total, momentos antes de la tormenta perfecta...

*FOTO: DE LA RED

lunes, 4 de mayo de 2020

CONSENSO DE A PIE...



Creo que si tuviéramos que llegar a un consenso los ciudadanos de a pie, lo haríamos antes que nuestros representantes elegidos voto a voto y urna a urna, o como se diría en “La naranja mecánica”, pero allí para otro asunto, con el viejo mete-saca. Mete papeleta y saca un escaño, si te da para ello.

Sí, los ciudadanos en realidad hace tiempo que han llegado a un consenso, y a más de uno.

Es un consenso, y es una realidad, que el gobierno, y desde el principio, toca de oído, y se le nota muchísimo, porque lo mismo te vende ésto, que a los cinco minutos, aquello.

Y otro consenso, al margen de colores políticos o de temas económicos, es que el confinamiento debería de seguir más tiempo, porque pareciera que ahora nos entran prisas para no perder lo que ya se ha perdido. 

Si vuelve a recaer la pandemia con tanta fuerza como lo hizo al principio, lo vamos a tener crudísimo, especialmente en el ánimo de la tropa y en la credibilidad de los que nos mandan, si es que queda algo...

En realidad no hay gobierno sobre la tierra que haya tenido que lidiar con una situación como ésta antes, y los partidos que se han quedado fuera del gobierno están aplaudiendo con las orejas por no estar en esa poltrona con más espadas que en Juego de tronos

Han pasado dos días en que hemos podido salir en una franja determinada, si no a hacer deporte al menos a mover un poco el esqueleto, y en Euskadi al menos, con lo bien que vestimos en general, hemos salido más como para seguir a una “txaranga” en plenas fiestas del pueblo, que para ir al teatro.

Y es que en el fondo eso de la mascarilla, el que lleva por que la lleva y el que no porque también se siente incomodo por no llevarla, nos ha descolocado. Más de uno seguro que ya esta pensando en comprar mascarillas de diseño, que todavía no las hay pero seguro que las habrá, y que no arruinen tanto su fondo de armario.

Por lo demás, y ésto ya totalmente en serio, no digo que no volvamos con el tiempo a las mismas costumbres, pero ya nunca volveremos a ser iguales que aquellos tipos que hace unas semanas, unos con sorpresa, otros regañadientes, se enteraron que se tenían que quedar en sus casitas por un tiempo indefinido.

La mayoría de nosotros no hemos vivido una guerra, aunque muchos hemos oído hablar a nuestros padres de nuestra guerra civil, del tiempo del hambre, del estraperlo

En una época en que se intenta homologar todo tipo de títulos e incluso comportamientos, el coronavirus y nuestro respectivo confinamiento equivaldrán, y en el mejor de los casos, a pasar nuestra particular guerra.

Ya lo dijo Neruda, Don Pablo, en su célebre poema “ Nosotros, los de entonces, ya no somos los mismos…” 

*FOTO: DE LA RED



sábado, 11 de abril de 2020

¡VER PARA CREER!



Cuando todo esto del confinamiento termine, que lo hará pero no con la premura que ya muchos vaticinan, tendremos que pagar, o deberíamos de pagar, por aquello de ser solidarios, y comprar las canciones o relatos que se escribieron durante la época en que, a la postre, nos tuvimos que proteger de nosotros mismos.

Y ya sabremos más cosas. Conoceremos a los vecinos. Con quienes habíamos compartido vivienda durante años, pero que como andamos, o andábamos antes del confinamiento, como locos, y nunca nos habíamos parado, ahí esta la clave, ni siquiera a saludarnos, descubriremos que el quinto A, por ejemplo, es algo más que un piso.

Ya debe de haber niños, muy pequeños todavía, en el que para ellos parte de la ceremonia de la vida consiste en salir a las ocho de la noche al balcón y saludarse unos a otros, mientras más de uno hace lo que puede, lo que sabe, y su vergüenza le permite, desde la libertad de su balcón. Como cantar o tocar un instrumento. Y esta costumbre ya estaría bien no olvidarla nunca.

He leído y oído por ahí que el Gobierno vasco, en nuestro caso, porque dependerá de cada autonomía, se va a poner las pilas y a partir del martes, para los que ya podrán salir a trabajar, van a poner puntos de acceso en estaciones de tren y bus en los que la gente podrá recoger sus mascarillas.

¡Ver para creer! Y eso que, como ya sabéis desde hace un tiempo este vecino ve la mitad, y por lo tanto debería de creer la mitad también. Y ni por esas. En España, os recuerdo, se creó la famosa “picaresca”, y no es cuestión de ayer, sino de siglos y siglos hasta incrustarse en nuestro mismísimo ADN.

Como mínimo de males, las mascarillas desechables, de una puesta y tirarla, las reconvertiremos en quincenales. Y sino, al tiempo. Lo nuestro, desgraciadamente, no se cambia ni con una pandemia, ni con un confinamiento a perpetuidad.

*FOTO: DE LA RED

lunes, 24 de febrero de 2020

LO VINTAGE, INCLUSO EN LA POLÍTICA...



Hoy, como diría la canción, me he levantado malamente, tra tra. Deben de ser los años, o el no beber, no fumar y, como se decía antes “no alternar”. Aunque el que quiera consolarse lo tiene fácil.

Peor se ha debido de levantar, si es que lo ha hecho, Alfonso Alonso. Como mínimo, descompuesto y descabalgado de su plaza para las elecciones vascas. Y tratándose de vascos, y la gran influencia que siempre ha tenido aquí la música, de fondo un acordeón, el de Carlos Iturgaiz, todavía quitándose las cenizas de su renacer, cual ave fénix.

Y es que hoy somos, y mañana no queda ni el eco de un recuerdo.
Ayer, domingo, todos mirando hacia el coronavirus en Italia. Llamadme loco, inconsciente, o todo junto, pero no, no tengo miedo, o al menos no más que a la vida misma. Al final, quizás, nos vamos a morir, o nos va a matar, un exceso de prevención.

Ahora cualquier dolor que tengas se va a comparar con la estela del coronavirus, por lo que te vas a poder morir de cualquier otra cosa, porque se supone que todo lo demás está controlado. O al menos se actúa como tal.

Quien más, quien menos, ya tendrá guardada alguna mascarilla, por si acaso. Incluso Alfonso Alonso es posible que tuviera guardada alguna, pero el fuego amigo siempre te puede causar una mala pasada.

Quizás al político vitoriano habría que decir lo que a veces se dice a alguien al que le acaban de dejar: 
-En el fondo, y con el tiempo, descubrirás que te han hecho un favor.

De todas maneras, muy mal debe de encontrarse el Partido Popular, cuando está intentando recuperar retales de ediciones pasadas. Parece que debe de ser verdad eso de que se lleva “lo vintage”, sino que se lo pregunten a los de Vox y su naftalina homologada con inequívoco olor a extrême droit.

Lo dicho, malamente, tra tra.

*FOTO: DE LA RED