Tengo un vecino que a partir de las diez u once de la noche, no importa que sea laborable o festivo, convierte su casa en un laboratorio de ruidos como menos. No se conforma con tirar las cosas al suelo, sino que, al menos por el ruido que origina, las quiere soldar.
Ayer, tras otro terremoto
acústico vecinal, llegué a la conclusión de que si algún día reciben la visita
de la policía practicando, lo que ahora parece que está de moda en Madrid, la famosa
“patada en la puerta” y que los ya metiditos en años conocimos como la famosa,
desgraciadamente, “Ley Corcuera”, el vecino de abajo, es decir este vecino del
mundo, no va a notar la diferencia.
Por cierto, lo que son las
cosas, la mayoría de políticos de su época pasaron para este vecino sin pena
ni gloria, sin dejar huella. Pero José Luis Corcuera, entre su famosa patada, y
que al menos según su leyenda, comenzó de electricista y llegó a Ministro del Interior,
las arenas del olvido no han conseguido enterrarle.
Cambiando de tema…, ayer
pasadas las seis de la tarde recibí un mensaje en el móvil diciéndome que tenía
que coger cita para la vacuna.
Resumiendo: mañana sobre las tres de la tarde me vacunan.
Por dos horas de diferencia, el cachondeo no es completo.
Porque teniendo en cuenta que la cita es en Illumbe, la plaza de toros de
Donosti, las cinco de la tarde hubiera sido la hora exacta para una buena faena
de aliño con la AztraZeneca, que creo que es la que me toca. Y que me tiene muy
mosqueado, por aquello de que la lotería no nos va a tocar, pero lo malo…
¡Que Dios reparta suerte!
*FOTO: DE LA RED
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