Tenía un compañero de trabajo, hasta que un Ere nos separó (mandándonos a los dos a la calle por tener más de cincuenta y cuatro años), que cada vez que se sorprendía por algo solía decir eso de: Es para mear y no echar gota.
Pues eso es lo que está
ocurriendo ya no solo en Madrid, sino en ese cortijo que es España..
Sinceramente, la mascarilla
nos viene bien, y no solo con el coronavirus, sino para pasar la vergüenza
ajena por todos nuestros políticos, y ese espectáculo que montan cada vez que se juntan en su oficina, conocida como "hemiciclo".
El día en que una vacuna, o
varias, palíe lo que está ocurriendo, se debería de vallar España, y
directamente convertir lo que quede de ella en un parque temático. Porque entre
unos y otros, nosotros incluidos por nuestra inacción, la estamos poniendo en
los mapas pero a nivel mundial.
Dudo que todavía queden
extranjeros que puedan situar a España, y consecuentemente Madrid, en algún recóndito
lugar de América Central o Sudamérica, porque un día sí y el otro también
debemos de ser su chascarrillo favorito.
Todos creyendo que el riesgo
de una próxima guerra estaba controlado, y no nos dábamos cuenta de que todos llevamos
dentro un arma de destrucción total: el egoísmo, y ese "porque yo lo valgo y la razón es mía".
Ayer, domingo, salí a dar un
paseo con la duda de que quizás sea el último, antes de que nos vuelvan a confinar, y además, esta vez, unos por malos,
otros por inconscientes, y unos cuantos por mezcla de los dos casos anteriores,
nos cierren con llave y la tiren al fondo del mar, matarile, rile, rile...
Se cerraría un circulo perfecto para aquellos que tienen la teoría, que ésta pandemia, en cierto modo, es la guerra que tocaba a nuestra “degeneración”.
Y empalmando con la anterior guerra, nuestra guerra civil, y sus
famosos “matariles”, esta vez no ha hecho falta el silencio de la madrugada,
sino ha sido retransmitido, y sin duda en demasía, por esos notarios de la actualidad,
conocidos como tertulianos,y que predicen el futuro cinco segundos después de
que haya ocurrido.
Sólo se me ocurre una frase de amor entre tanta soledad: Belchite, mon amour, no aprendemos...
*FOTO: DE LA RED