Y ya estamos a 1 de Julio del 2020. Hemos quemado medio
año sin parpadear, o mejor dicho en este caso, el medio año ya pasado nos ha
incinerado a nosotros.
Hemos vivido la trama de una película de ciencia ficción
y un thriller al mismo tiempo, iba a decir que gratis, pero de eso nada. Ha
habido un alto costo sobre todo en vidas, y esa sensación de que estas varias
generaciones que habían vivido, por decirlo de alguna manera, “tranquilas”, ya
han sufrido su “guerra” particular, que en el mejor de los casos nos ha dejado
con el panorama de nuestras vidas cambiado.
Algunos pensarán que exagero, pero ya nunca más seremos
los mismos, aunque hagamos las mismas cosas y vistamos las mismas ropas.
Teniendo el bagaje que ya tenemos, no podemos mirar hacia adelante, al menos
sin agujetas en el alma, por el vapuleo del destino sufrido.
Quizás, y tal como nos encontramos, las verdaderas Navidades
se debieran celebrar ahora. Para vivirlas en familia, y recogidos en nuestras
casas. Y no ir todos como locos a la búsqueda del virus a la misma playa, o a la
misma cola de la terraza, aunque ésta se encuentre en la ciudad.
Ya sé que estoy hablando como un pesimista, que
normalmente no lo soy, o al menos no me considero como tal, pero siempre se ha
dicho también que un pesimista es un optimista bien informado.
Por cierto, me consta que más de un empresario este año
tiene a huevo practicar el chantaje emocional con sus empleados a la hora de
que quieran disfrutar sus vacaciones. Además, si otros años sin pandemia ya lo
hacen o intentar hacer, lo del chantaje emocional me refiero, ahora solo
tienen que hacer una pregunta, "¿No has tenido suficientes vacaciones este año?",
mientras te miran a los ojos, esos que en muchas circunstancias, como ésta
precisamente, están directamente relacionados con las ganas de defecar.
Una ayuda para intentar contestar adecuadamente a la
pregunta comprometida y con mala leche de su “querido” jefe:
"Sí, ya lo sé, pero como buen español y mucho español, nos
tenemos que sacrificar yendo de vacaciones, aunque no tengamos ni ganas ni dinero, para
que sus compañeros empresarios de la industria turística, puedan salir del paso
y respirar con menos dificultad. El deber nos llama."
Y si a eso acompañas con unas lagrimitas saliendo de tus
ojos, y el mismo tono que el discurso de Escarlata O´Hara en “A Dios pongo por
testigo…”, llegarás como trabajador en
tu mismo curro hasta finales de año. Eso espero.
*FOTO: DE LA RED