Hace un rato estaba, a l lado mismo de mi
casa, en el bar de cabecera (si hay farmacias con esa denominación también debe
de haber bares o tabernas con esa función, se lo merecen). Y mientras este
vecino del mundo tomaba un cafelito, ha entrado un señor de mediana edad, que
en su día se aburrió y todavía le dura. Y esperando por un chupito de whisky,
sin prisas, y sin mucha menos ilusión, ha comenzado a hablar sólo, mientras
miraba más allá del espejo que tenía en frente.
“…Y Bolsonaro ha dado positivo –decía para sí mismo, y
para todos.- Pues debe de ser lo único positivo, que ya es algo, que ha
aportado a su país. Y además, seguro que sin querer. Le ha pasado como al
británico, al Boris Johnson ese, que no creían en la potencia de ese bichito,
el corona. ¿No querían café? Pues toma dos tazas. Ya solo falta que el Donald
americano ese, el ricitos de oro, el naranjito de La Casa Blanca, lo coja también, y ya tendremos otro tipo de “Santísima
Trinidad” porque también éstos están en sus altares además…”
Ya le he dicho al camarero, mientras le guiñaba un ojo,
que no sabía que habían reconvertido el negocio en un club de stand up comedy.
Y me ha contestado que esperaba que me
gustara la primera actuación, que es un nuevo valor.
Algunas veces, la mayoría, una mezcla de aburrimiento y
desidia, puede lograr lo que en otros momentos lo conseguiría un buen pelotazo.
Ese comentarista de barra estaba en el límite entre el aburrimiento y la
desgana de ver, quizás sin ser muy consciente de ello, el presente que estamos
afrontando. Y en el que puedes encontrar
de todo, especialmente nada bueno, y mucho menos un reducto de esperanza.
*FOTO: DE LA RED