Muchas veces este vecino del
mundo se acuerda de las conversaciones que sus padres tenían a la hora de comer
cuando era pequeño, que también lo fue, aunque fuera en blanco y negro, más
por la época que por las estrecheces que también las había.
Una de las frases más
recurrentes entonces a la hora de comenzar un recuerdo, era aquel: Pues en los tiempos
del hambre… Porque los años de la guerra civil y posteriores, se conocieron
así, “los años del hambre”. Y en aquellos años, y como se diría ahora, cada uno
se buscaba la vida, y nunca mejor dicho, como podía. Fueron los años del
estraperlo, y también de los sucedáneos. De comer tortilla de patatas, sin
patata ni huevos, naturalmente, y el café, de puchero, con más achicoria que
café, cuando no era achicoria en solitario.
Con esto de la crisis, y
como jugando, cada uno encuentra
sustitutos incluso para las comidas, aunque más de uno se salve utilizando
productos blancos de algunos grandes almacenes....
Para el desayuno, la leche
aguada ya es frecuente, con tal de que no aparezca un pez que denote demasiada, en
pleno desayuno. Lo importante es darle al magín para ahorrarse el dinero que
uno ya no tiene.
Desde hace un tiempo, este
vecino del mundo ya no utiliza azúcar, ni cualquiera de los sustitutos de
glucosa, o finas hierbas que pudieran existir.
Cuando tengo ganas de beber
algo dulce, me veo unas cuantas imágenes que tengo bien guardadas, por cierto,
en el disco duro de mi ordenador (que también tendrá que resistir el máximo de tiempo
posible sin averiarse, porque no hay dinero para otro nuevo) de Carlos Baute y
su esposa, echándose flores el uno a la otra y viceversa, y me endulzo hasta las
entretelas. ¡Eso sí! Hay que tener mucho cuidado con este “edulcorante” porque
puede empalagar, incluso en pequeñas dosis.
Y es que eso de jugar a pareja de cuento, o virginal de larga duración,
en la vida real hace que cuando menos les tengas que mirar con gafas de sol, para
que no te deslumbren. Porque, entre lo dulce y la
ñoñería, hay la misma distancia que entre el café y la achicoria, la apariencia.
Este vecino del mundo se considera romántico, pero no romántico de papel
cuché, ni de que le salgan estrellitas en el brillo de los dientes, o en las
pupilas. Porque lo mismo que ves estrellitas, cualquier día puedes ver el
símbolo del dólar o del euro, y eso ya desvirtúa lo dicho, especialmente cuando
detectas, que detrás casi siempre hay una marca de algo en los denominados “photocalls”, o "galería de sinceridades sobrevenidas profident”.
*FOTO: DE LA RED