Este fin de semana y como patrocinado, o casi forzado, por el mal tiempo que prácticamente nos ha invadido, he tenido la suerte de ver “Magia a la luz de la luna”, último “vehículo”, por
ahora, de Mr. Woody Allen.
Algunos dirán, seguro, que es una película menor del
director americano, y con el devenir de los años, quizás así sea, pero este
vecino del mundo ha degustado este auténtico plato, bien condimentado, de buen
cine, y se ha quedado tan feliz.
Quizás, el Señor Allen, como buen y reputado chef de
productos cinematográficos, de antemano sepa la receta de una buena historia, y
ésta la tiene aunque vaya por el camino de la sencillez.
En la Francia de los años 20, un reputado mago inglés
(Colin Firth), que adopta siempre para sus actuaciones la apariencia de un personaje chino, tiene una
especie de cruzada contra los falsos médiums,
y esta vez decide desenmascarar a una joven (Emma Stone). Y la historia se
enmarca en la citada relación, y los temas habituales en la filmografía del Señor
Allen como son la vida, la muerte, su relación con las mujeres, y con los demás. Aderezado todo ello en una presunta Costa Azul de bellísimos paisajes a todo color y bajo la fotografía de un inspirado
Darius Khondji.
Siempre que voy a ver una película del Sr. Allen, y antes
de entrar en la sala, tengo presenta que en teoría son
producciones con poco dinero, pero que luego en pantalla lucen mucho más que lo “gastado”
y ésta es un claro ejemplo de ello.
Durante la proyección de esta película dos grandes obras,
por momentos, se han cruzado en mi mente. La primera es “El gran Gatsby”, que
apareció en mi mente durante el desarrollo de una escena nocturna en el transcurso de una
gran fiesta de una más que evidente alta sociedad, y la otra es “My fair Lady”. Ésta
viene a colación por la manera tan machista de concebir la vida por parte del
protagonista, y que su comportamiento, en especial en las escenas finales, es más
que evidente.
Creo que el Sr. Woody Allen ha estado especialmente hábil
en el casting, en cuanto al dúo protagonista, y en el personaje de la tía del
mago en cuestión.
Un Colin Firth como prototipo del inglés más irritante y
pagado de sí mismo, en el que él y sólo él es su auténtica pareja, ya que está profundamente encantado de haberse conocido, y la bella Emma Stone, solo podrá llegar a
formar parte, en realidad, de un trío.
La Señorita Stone compone un delicado
personaje de una sospechosa médium, a medio camino entre la candidez y la mujer que
en realidad puede ser totalmente autónoma.
Como dicho anteriormente, este vecino del mundo incluiría
también a escasos centímetros de la pareja protagonista, a Eileen Atkins como la
tía Vanessa, y que en realidad es la única capaz de lidiar con el orgullo
recalcitrante del personaje de Colin Firth, y que actúa como una especie de
frontón transformando las preguntas de su sobrino en respuestas, sin ella aparentemente hacer nada.
Mención aparte merece la española Sonia Grande en cuanto
al vestuario y que, por la época en cuestión, tiene especial relevancia en el
desarrollo de la historia.
Para muchos, como ya se ha dicho, quizás estemos ante una obra
menor de un gran genio, Woody Allen, pero personalmente me tuve que poner un
babero para evitar manchar mi ropa, ante un producto como el presente, con el
que uno no se topa todos los días.
El mejor truco de la película, ya que la historia tiene que ver mucho con el mundo de la magia, es que 97 minutos, su metraje, se pasan en solo dos. Por eso al comenzar la proyección conviene estar especialmente atentos, y no parpadear, para no perderse esta bonita historia.
El mejor truco de la película, ya que la historia tiene que ver mucho con el mundo de la magia, es que 97 minutos, su metraje, se pasan en solo dos. Por eso al comenzar la proyección conviene estar especialmente atentos, y no parpadear, para no perderse esta bonita historia.
No
te arrepentirás.
*FOTO: DE LA RED