Los emoticonos, hoy este vecino del mundo va a hablar de una convención
social que ha inundado todo, y ya apesta. No se puede decir que, este blogger con su artículo, no se ha
mojado desde un principio, en contra de lo que asegura normalmente, más de uno de sus
lectores.
Utilizar un
emoticono, suena duro y quizás pedante, pero sería algo así como comprarse una
vida en un prêt-à-porter. Irse por las ramas para decir algo sin entrar en el
meollo de la cuestión. Y lo que es aún más duro, ser un “pagafantas”, antes de
expresarle a su querida lo buena que está, y que prefieres decirle miles de tonterías para
que siga cerca de ti, antes de que se vaya; porque sabes desde un principio,
que por ti mismo no le atraes, y que te quedarás más solo que la una.
Usar un emoticono es llamar al Cyrano de Bergerac de las
redes sociales para que haga un posado por ti para la Roxane que todos queremos llevar dentro.
Un emoticón es una excusa para continuar en línea sin demostrar
tus verdaderas cartas, el enseñar una excusa mientras quizás quieres robarle la
cartera, o lo que es peor, un sentimiento.
Un emoticono es una eyaculación precoz de un sentimiento
antes de haber nacido. Es hacerse un selfish sin haber posado para ello.
Valorarse tan poco que no se confía en uno mismo, y prefieres andar por sendas
trilladas. Plagiar opiniones sin tan siquiera molestarse en disimular.
La rapidez de la vida hoy se retransmite por un teléfono
sin cables ni ataduras, y los emoticonos serían una especie de código morse
para voyeristas, explicaciones de manual para sedientos de imágenes; una
especie de escritura jeroglífica para neonatos en la carrera de expresar
sentimientos; dibujos que te doblan las escenas en las que se ponen en riesgo los más profundos sentimientos.
Hay más de uno, por favor no pertenezcas nunca a este
grupo, que se merecería que su lápida se resumiera con un simple y seco
emoticono.
*FOTO: DE LA RED