De pequeño, este vecino del
mundo era muy, como
solía decir su madre, “melindre” para
comer. Tenía que saber el nombre y los dos apellidos de cada cosa nueva que
veía para que entrara en su boca.
Un buen día, su madre le
cocinó algo que le encantó. Era una especie de frito, pero en lugar de tener
forma de croqueta , era achatado, y medio “atortillado”, con una forma nada homologada. Estaba riquísimo,
pero como tenía que preguntarle por el consiguiente nombre y los dos apellidos,
al decirle que eran criadillas, y de dónde provenían en realidad, lo único que este vecino recuerda es que se tocó sus partes, y mentalmente, al menos, se agachó de dolor.
El resto de criadillas se quedaron en el plato, y seguro que todavía hoy es el
día que deben de seguir allí.
El escandalazo de Volkswagen
en realidad viene a ser como lo de las criadillas, solo que al saberse la
realidad nos estamos agachando todos, y más de uno para no levantarse nunca
más, e intentar no salir en las fotos.
No hace falta ser ningún
futurólogo, pitonisa o similar para mojarse y decir que lo de Volkswagen presuntamente al
final será un agujero negro que tragará a todo el que se acerque, especialmente
a aquellos que quieran ponerle “palos a sus ruedas”, y ésto a parte de
metafórico puede que sea más real que las criadillas que todavía deben de
quedar en el plato.
Porque, en este tipo de
casos, parece que el que siempre queda mal es el que hizo la pregunta. En este
asunto las dos personas, al parecer, que estaban haciendo unas pruebas y que no
les cuadraban las emisiones de gases que obtenían.
¿A partir de ahora qué ocurrirá? Todavía nadie lo sabe, porque se trata de una empresa que es un buque insignia de la madre de todos los países europeos, e incluso el padre.
Este vecino del mundo cree que habrá muchas idas y venidas; alguna que
otra (ya ha habido una), es posible, dimisión y alguna multa-maquillaje. Los políticos de turno
dirán una cosa, y luego es posible, que otra, y hasta otras veinte cosas más. E
irá pasando el tiempo. Y unos con la zanahoria de puestos de trabajo que se
pueden perder en diversos países, y otros con la zanahoria de que todo ésto servirá
a partir de ahora para que las cosas se hagan mejor, poco a poco esta patata caliente se irá diluyendo en el tiempo. Ya se ha
empezado, también, a oír algún: Lo siento mucho. Me he equivocado. No volverá a ocurrir.
En España, estas frases ya
fueron “canción del verano”, y ya nos sabemos tanto la letra como la melodía,
por lo que ya no nos impresionan, aunque se canten en versión alemana.
Este vecino, con los años
especialmente, perdona pero cada vez se acuerda de más cosas. Y en días
tormentosos de Volkswagen se acuerda de aquella guerra del pepino de Mayo del
2011 cuando Alemania tocó las campanas de que un cargamento de pepinos venía
contaminado con una bacteria. Y luego se habló de que incluso todo tipo de
verduras, estaban contaminadas. Al final España quedó exculpada, pero el mal ya
estaba hecho.
Ahora, el pepino no, pero la
patata caliente está en Alemania. Y al final, este vecino del mundo mucho se teme, y si se equivoca mucho mejor, no sabe de qué
manera pero la culpa la tendremos todos, incluso los que no tenemos coche, porque el problema se agrava cuando el centro de atención se traslada de una marca, de una compañía, que es donde en teoría comenzó el problema, a todo un país. Y eso, al menos lo parece, ya ha ocurrido.
Al final ocurre lo de siempre, que con el tiempo, la sombra de las criadillas, en este caso, siempre es alargada, y vuelve.
*FOTO: DE LA RED