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martes, 14 de julio de 2015

MEG, ¿DE QUÉ TE RÍES?



Es lo malo que tienen los recuerdos, que siempre están en el mundo que dejamos atrás y a los que les va cayendo ese polvo de estrellas de sueños incumplidos.

Hace unos días nos inundaron, otra vez,  con fotografías de una Meg Ryan aparecida en alguna ultimísima fiesta, con la piel del rostro tan tensa que no se sabía si estaba sonriendo o tenía problemas para respirar.

Meg siempre ha sido ese sueño, algo inalcanzable que, además, no querías tampoco alcanzar, para dejarlo en ese Edén de imágenes dulces que quieres salvaguardar para tener siempre una razón de esperanza a un mundo multicolor. Aunque la realidad, un día sí y el otro también, se empeñe  en manchar ese mundo, cuando menos sino de grises inadecuados, sí de marrones sin piedad.

Meg, ya lo he dicho más de una vez, ha sido esa vecina de la puerta de al lado (girl next door), de la que crees que solo tú estás enamorado, pero que un buen día descubres que es el objeto de seducción de muchos, y en el fondo, crees también, o quieres creer, que es ella la que te ha engañado, porque necesitas una excusa para olvidarla. Y cada cierto tiempo, sin piedad, la prensa se empeña en recordar con imágenes, además, más hirientes para ella misma.

Personas como yo, siempre te querremos, pero porque nos importas no podemos soportar esa presunta huida hacia adelante. Y ya se sabe, que delante, pronto o tarde, está la desaparición, y el olvido.


Pensaba que nunca diría ésto pero, Meg, mi querida Meg, no quiero que vuelvas a sonreír en fotos nuevas,  o mejor dicho, no quisiera ver más fotos nuevas de ti. Porque comprendo, así como en una especie de efecto rebote, cómo han cambiado aquellos deseos/recuerdos del ayer, y que, aunque no queramos reconocerlo, quizás fuimos más felices pensando en el mañana que en el día en que estábamos. 

Y las fotos, esas fotos amarillentas, siempre son muy crueles, y desde hace un tiempo solamente me sugieren la misma pregunta: Meg, ¿de qué te ríes? Porque tengo la sensación de que te ríes de mí, y de mi juventud, de ese amor que fue solamente platónico porque quisiste, o mejor dicho, porque no quisiste. Y es que el pasado también cambia, desde cada uno de los presentes que siempre son diferentes.

*FOTO: DE LA RED