No sé vosotros, pero a mi me
entran ganas de que después de que termine esta desescalada, si lo hace, que ya
hay días en que lo dudo, nos tomemos todos un cierto tiempo sabático.
No, no me
digáis eso de que con el confinamiento bastante tiempo sabático hemos tenido. Porque
donde hay prohibiciones y restricciones, eso de hacer lo que me da la gana que
debe estar implícito dentro del tiempo sabático no se cumple.
La verdad es que estos dos
meses bien colmados, como dos tazas grandes llenas a rebosar, han sido, dentro de
la presunta quietud de muros para adentro, bastante estresantes, porque cada
dos por tres tenías que andar buscando en el BOE si ese día te tenías que
peinar con raya a la izquierda o a la derecha, o sólo podías respirar en los
segundos impares.
Por de pronto, si lo del viajar
se normaliza, aunque dentro de lo normal ya tenga que ser que hagas todo el viaje,
en autobús en el caso de este vecino, con una especie de bozal todo el rato en
el morro, personalmente será difícil que me encuentren este año en la playa, al
menos en horario, por decirlo de alguna manera, de oficina. Porque aquello se
va a convertir en una especie de laberinto parcelario en el que no me extrañaría
que más de uno se llevara su perro, preferiblemente mastín, para proteger lo
que en esas horas es suyo.
Lo triste de todo esto es que
añoremos un tiempo, no hace falta remontarse mucho, sino con tres meses atrás
basta, en el que realmente no estábamos a gusto, pero que visto lo visto, la
alternativa, esa nueva normalidad, hace plantearnos desde un punto de vista
humorístico que no sabemos si vamos a vivir mucho, pero seguro que se nos va a hacer
muy, muy largo.
*FOTO: DE LA RED