Estos días estaba recordando programas de radio, de hace
muchos años, cuando la radio formaba parte importante de un hogar que se
preciara, y me acordé de “La saga de los Porretas”, y de la peculiar voz del
abuelo Porreta contando sus "batallitas", y me di cuenta de que al menos en mi
entorno no conozco a alguien, ahora, que aproveche cualquier momento para contarte
su vida.
En realidad, he hecho trampa, porque conozco una persona,
y además tiene cincuenta y pocos años, y es amiga de La Nuri. Estoy convencido
de que ella, Trini, fue la razón de que se inventara la tarifa plana de
teléfono. Lo que ocurre es que La Trini no cuenta, porque ella no habla, no
dialoga, solo tiene la mala costumbre de pensar en alto, y como no cuelgues el
teléfono, se pasará todo el día “pensando”. Estoy convencido de que cuando
comprueba que en la línea está ella sola, ni se acuerda de quién estaba al otro
lado.
Por lo demás, ya no existe la figura del abuelo/a
batallas ” que te calienta la oreja con lo que le ocurrió hace muchos
años. Desgraciadamente, y ahora me pongo bastante serio, a las pocas personas
que conozco personalmente con más de ochenta años, no tienen la capacidad de
mantener conversaciones largas, sin que les falten las palabras, o los
recuerdos, quizás, y se paran intentando articular nuevas palabras.
Y los jóvenes, sin el “wassap” no son nada. Es como si al
quitarles esa aplicación, se quedaran desnudos, y no supieran qué decir, mientras
se van poniendo rojos por momentos.
Es más, he ido a viajes allende los mares, me encanta
poder decir esta expresión, “allende-los-mares”, y hay gente que
son incapaces de estar más de medio minuto, cara a cara con paisajes de una
tremenda belleza, sin desenfundar la cámara de fotos, o el móvil. Incluso, he
llegado a la conclusión más de una vez, de que en momentos de máxima intimidad,
y como dirían antiguamente, mientras se comparte lecho y “paisajes
hasta entonces desconocidos”, más de uno echará de menos, su otra
extensión, el teléfono móvil, para inmortalizar el momento.
Y quizás es eso, a medida que vamos ampliando la memoria de nuestros “smartphones”, “tablets”, o similares, nuestra
capacidad de evocar mediante el lenguaje, es cada vez menor, al tiempo que se van
haciendo más raras las ocasiones en que dos personas hablan de tú a tú, por el
mero hecho de hablar, sin ningún tipo de beneficio posterior, que no sea más que
compartir unos momentos agradables mientras dejamos entrever nuestro espíritu
hecho palabra. Esto último ha sonado a “religioso”, y quizás, en realidad, ya
sea más raro compartir momentos de tertulia, sin micrófonos de radio, ni
cámaras de televisión, por medio, que entender el misterio de La Trini-dad.
*CUADRO: "LA TERTULIA DEL CAFÉ DE POMBO", DE GUITIÉRREZ SOLANA.