Nos pasamos la vida intentando medrar, intentando acumular, pero llega un momento, quizás en una noche de luna llena, en que hablas con tu propio yo, delante de un lienzo negro, hoy no tan negro, pues juega a devolver los blancos de la luna, lunera, en que descubres que quizás El Dorado de nuestra vida, nuestro verdadero tesoro es el poder sentir, y el poder recordar ese sentimiento.
Los animales se guían por instintos, y nosotros gran parte del día ejercemos como tales, pero siempre hay un momento, que quizás un olor te transporta a tu niñez. Y te ves jugando, no en blanco y negro como las fotos que te recuerdan esa época, sino en los recuerdos que aún perviven dentro de tí.
Y recuerdas cuando todo era más grande que ahora, porque tú eras más pequeño, y cuando no te importaba el hoy, sino el mañana, ni te importaba cumplir años, sino al contrario, porque querías abandonar la figura de niño y convertirte en mayor.
Ser mayor, tenía que ser algo así como cambiarse de continente, cambiarse de reglas, de lenguaje. De ser mandado, pasabas a mandar, pero cuándo se es mayor...
Con el tiempo vas descubriendo que siempre te vas a sentir joven para algunas cosas, y mayor para otras. Descubrirás ocasiones en forma de trenes, que coges o dejas partir, y que esos mismos trenes pueden llevarte a estaciones a las que tú nunca te habías propuesto llegar, o que incluso ni sabías que existían. Y en esas estaciones vas conociendo a gente, que por ese conocimiento se convierten en personas, e incluso puedes llegar a desearlas, y en una de esas estaciones a las que llegas descubrirás el amor. Sentirás algo en el estómago, y no es hambre, o quizás sí, pero de sentimientos, de sensaciones, de unos ojos, o quizás de unos labios, que te han vuelto loco, y tú no sabías hasta entonces, el poder de unos labios que te miran; ni sabías que los labios miraran, pero has llegado al mundo del amor y en él todo es posible.
La verdad es que el hombre puede estar contento de la suerte que tiene por el mismo hecho de poder pensar, de poder sentir, quizás en una noche de luna llena, en que hablas con tu propio yo, delante de un lienzo negro, hoy no tan negro, pues juega a devolver los blancos y los grises de tu vida, en forma de recuerdos de trenes en los que has viajado o has dejado atrás.
*DIBUJO: DE LA RED