Con esa especie de veranillo que tenemos aquí por el
Norte, que parece que el sol se ha escapado de donde estaba escondido y quiere
hacerse notar, y como el cuerpo ya no
está para muchos cambios, este vecino se encuentra bastante pachucho. Y ya se
sabe en estos días en que todo el mundo está atento si le sube un poco la
temperatura, para que le pongan en cuarentena, este vecino se encuentra
bastante remiso en decir su estado a los pocos que le rodean, no sea que le
pongan bajo cuarenta candados.
Quizás por ese estado de medio bien y medio mal, medio
estoy aquí, medio estoy en vaya usted a saber dónde, he pensado que si habría
que modernizar el cuanto de Aladino y la lámpara maravillosa, ahora Aladino no
se encontraría con un objeto de apariencia tan retro (con genio incorporado, que además
ahora seguro que tendría problemas con los papeles o por la ausencia de ellos) a
la que pedirle tres deseos (que siempre me ha parecido un poco corto el número
de peticiones, pero ya se sabe que los cuentos tampoco responden a ninguna
lógica) sino con una tarjeta “black”, con la que poder pagar todo tipo de
vicios.
De todas maneras, aquí, en España, creo que ha habido una mezcla de
cuentos, y se ha comenzado con “Aladino y la lámpara maravillosa” y se ha
terminado con “Alí Babá y los cuarenta ladrones (mínimo)”.
Y yo me pregunto, teniendo en cuenta como es España donde
no olvidemos nació la “picaresca”, ¿cómo se tienen que sentir las cuatro personas
que teniendo poder de usar las tarjetas “black”
nunca lo hicieron? ¿Se sentirán orgullosos de no haberlo hecho, o en realidad
pensarán que son los más tontos del lugar?
¿Y sus mujeres? ¿Sus esposas estarán también orgullosas “de
lo que tienen en casa”?, o dirán aquello de “me lo temía, es un calzonazos
porque me podía haber comprado, como sus amigotes de tarjeta, ese abrigo de visón que sabe que me gusta…y no lo ha hecho”.
Por otra parte, y antes de terminar que no se me olvide
mañana que tengo que ingresar la ayuda para la Pantoja, para intentar lograr que
no vaya “a la sombra”.
En este caso también, lo que ha cambiado el cuento.
Antes, y empezando por las escuelas, se daba un dinero para el Domund (que todavía
se sigue dando, y más que se debería de dar) y ahora los fans se juntan para
intentar salvar a la cantante de turno…
No es la primera vez, porque los que tenemos ya una edad nos acordamos de aquella Lola, La Flores de España, la Faraona, totalmente afligida y acuciada por Hacienda pidiendo una peseta a todos los españoles.
Sin embargo, ocurre que entre una peseta y un euro hay mucha diferencia, y entre persona y persona también.
No es lo mismo una Lola, siempre con la verdad por delante, de lo natural y sincera que era, capaz de parar una actuación en directo por televisión para buscar por el escenario el pendiente, “que es de los buenos, oiga”, a Doña Isabel Pantoja, encantada de haberse conocido, y que aunque sea pasional con su arte, por la vida va de tan fría y calculadora como un tahúr del Misisipi.
No es la primera vez, porque los que tenemos ya una edad nos acordamos de aquella Lola, La Flores de España, la Faraona, totalmente afligida y acuciada por Hacienda pidiendo una peseta a todos los españoles.
Sin embargo, ocurre que entre una peseta y un euro hay mucha diferencia, y entre persona y persona también.
No es lo mismo una Lola, siempre con la verdad por delante, de lo natural y sincera que era, capaz de parar una actuación en directo por televisión para buscar por el escenario el pendiente, “que es de los buenos, oiga”, a Doña Isabel Pantoja, encantada de haberse conocido, y que aunque sea pasional con su arte, por la vida va de tan fría y calculadora como un tahúr del Misisipi.
Y, ya se sabe, que en cuestión de cuentos, los hay que
terminan bien y otros que terminan mal, para que se aprenda de la moraleja. Mientras, este vecino, y sin echarle cuento a la vida, que sería lo propio, se
encuentra peor que Kiko Rivera en una biblioteca….Hoy tengo mal día.
*FOTO: DE LA RED