Recuerdo como si fuera ayer a mi madre diciéndome eso de
que si deseas algo, mucho, mucho, no se lo digas a nadie, para que nadie más se
encapriche, y cuando puedas, consíguelo, eso sí, de la manera que nunca, nunca
te tengas que avergonzar.
La verdad es que nunca lo entendí, porque en cierta
manera es convertir el deseo de algo en un tesoro, pero allí quedó esa directriz,
en el mismo sitio que quedan todo tipo de directrices que te dan cuando eres
pequeño: haz el bien y no el mal, no desees para los demás lo que no deseas
para ti…
Con el tiempo este vecino del mundo ha llegado a pensar
que los ricos, o los reyes de los pelotazos, no han tenido madre, porque siempre
estaba convencido de que lo de ser madre era como una sociedad secreta que una
vez adscrita a ella, te hacía ser en el fondo, de la misma manera. Sin embargo, qué verdad es esa de que cada uno es de su padre y de su madre, aunque en este
caso este vecino está convencido de que lo biológico no tiene nada que ver,
sino el día a día del que ejerce como padre o como madre.
Y, este vecino ha llegado a pensar, más de una vez, que no es
el fútbol el opio del pueblo, sino “la vergüenza” la que más de una vez
nos impide comportarnos de una manera que fuera beneficiosa, muy beneficiosa
para nosotros, y perjudicial, muy perjudicial, para la mayoría. Y a la
vergüenza se le puede disfrazar con otros nombres: moral, ética,..Por eso, este vecino siempre ha estado convencido de que los que ofenden a la sociedad
no tienen madre, aunque la realidad le haya demostrado generalmente que estaba
equivocado.
Más de uno, y de veinte mil, hace lo que le viene en gana, de la manera que
le viene en gana y después la recubre de su verdad. Más o menos como eso de que
la
historia la escriben los vencedores, porque tienen suficiente dinero y
poder para comprarse un final que les defienda.
Por todo lo anterior, este vecino siempre ha estado
convencido de que la vergüenza, y la honradez en el fondo, es el cielo de los pobres,
y de los que siempre se ha dicho, que se visten por los pies, quizás por
aquello de que los poderosos y ricos, o los que, como se dice en el pueblo del
vecino, tienen “el riñón forrado”, siempre tienen a alguien que les vista;
porque le pagan, claro.
*DIBUJO: DE LA RED