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miércoles, 18 de noviembre de 2015

QUEJAS EN SERIE


Creo que los espectadores por el mero hecho de serlo deberíamos de merecernos un respeto. Si una serie comienza en un determinado día y hora, debería de continuar, sea lo que sea que indique el maldito share, hasta que termine esa temporada.

Y es que uno ya está hasta el gorro, por decir algo que sea políticamente correcto, de sentirse estafado. Por ejemplo, comienzas a ver la segunda temporada de “B and B”, y sin ningún tipo de explicación ya es la segunda vez que “se cae” de la dichosa parrilla de programación. Como tarde mucho en volver, usarán esa famosa táctica de que el capítulo venga precedido de un “ligero” resumen de media hora, todo ello adobado, claro está, de publicidad y más publicidad. Eso, sí a algún pensador de la casa, Telecinco en este caso, no le da por cambiarla de día y dejarla a un horario más asequible, por ejemplo, a alguien de Nueva Zelanda. Y ya esta segunda temporada comenzó con la queja de alguno de los actores, porque se había tardado un año en programar lo ya rodado.

Hoy también este vecino del mundo se ha enterado de que Televisión Española va a quitar de la programación “Carlos V, Rey Emperador”, ésta, eso dicen, volverá el año que viene, lo cual me recuerda a lo hecho en su momento con la segunda temporada de “El príncipe” que “dejaron” los últimos capítulos  para final de año, y todavía no se sabe nada de nada.

Da miedo comenzar a ver una serie, porque no es sólo que no tenga éxito, ya que si tiene, y mucho, te puedes enfrentar no a 13 capítulos, sino a 1313, por decir una cifra, y que la serie como le ocurrió por ejemplo a “Hospital Central” se eternice. Por cierto, y revisando en mis archivos, hace ya cinco años escribí un post sobre esta serie, y los despropósitos que habían “conseguido” en sus personajes por alargarla tanto tiempo (http://patxipe.blogspot.com.es/2011/03/hospital-letal.html).

Cada cadena, cada productora, busca el éxito de una serie, pero ni hay que avergonzarse de los fracasos, sino aprender de ellos, y, eso sí, terminar lo ya empezado, ni morir de éxito.

Ahora este vecino del mundo también tiene miedo con otras dos series (siempre estoy hablando de series españolas), las dos con éxito, “Mar de plástico” y “Vis a vis”. La primera, aún sin terminar la temporada, ya suena una segunda, aún sin confirmar. Personalmente, a este vecino del mundo, ya se le está haciendo un poco largo tantos asesinatos, y que huele a alargar demasiado para llenar, creo que son, trece capítulos.

Lo de “Vis a vis” me temo, por otra parte, que si la serie sigue teniendo éxito, es muy posible que la protagonista, una especie de “Lady Calamity” andante,  se jubile como presidiaria. Si hubieran terminado, como previsto en un principio, hubiera sido una verdadera sorpresa para todos, porque no nos habíamos dado cuenta de lo que realmente estaba pasando en esa prisión, no digo nada más para evitar los famosos “spoiling”. Ahora ya será más de lo mismo, y bajarán, lo quieran o no, el nivel de la serie porque el grado de sorpresa ya no es lo mismo.


Y al final, como en la vida misma, el que paga el plato es el currito de turno, si se trata de las andanzas del gobierno, y en cuanto a programación televisiva, el espectador, que la mayoría de las veces es ese currito sufridor, que ya no sabe qué hacer para que en su propia casa no le sigan tomando el pelo. 

Al final, descubrirá, con mucha pena, eso sí, que él compró el aparato, pero, LA TELEVISIÓN, así, con mayúsculas,  nunca será suya.

*FOTO: DE LA RED

lunes, 23 de febrero de 2015

EL HURACÁN OSCAR Y LOS DAMNIFICADOS


Este vecino del mundo de pequeño se imaginaba a Roma como si fuera un punto lleno de flechas a su alrededor, por aquello de que “Todos los caminos conducen a Roma”, porque el otro significado, el más profundo, de que en realidad todo tiene algo que ver, tardó muchos años en llegar.


Cada vez que nuestra familia nos movíamos a algún lado, que la verdad que nos movimos poco, por aquello de la España en blanco y negro, y que más valía llenarse la tripa a pegarse un viajecito, desde la mente de un niño, siempre me preguntaba “¿Y a cuantos kilómetros estaremos ahora de Roma?”.


Cuando no se entiende ni el concepto, ni el verdadero alcance de las cosas, pasan situaciones como ésta.


Algo parecido ha pasado hoy tras el huracán de la entrega de los Oscar. Me refiero a ello como huracán porque tras él ha habido vientecitos de todo tipo.


En primer lugar digamos que tras ver varias galerías de fotos con todo tipo de parejas, y personas en solitario, posando a la entrada del Teatro Dolby en Los Ángeles, todo el tiempo he tenido la sensación de un continuo déjà vu. E instantes después me he dado cuenta, me recordaba mucho a las visitas al Museo Madame Tussauds, en Londres, donde parece que la vida se para por unos momentos, vestida eso sí de las mejores galas. Y las mejores galas estaban ayer reunidas en la Roma del cine que es Hollywood, porque en el mundo del cine todos los caminos conducen a los Oscar, aunque en la mayoría de los casos queden como un deseo muerto antes de nacer, o te pierdas por el camino del fracaso y de la incomprensión.

Y como he dicho antes, tras el huracán Oscar, cargado de estatuillas y de desilusión, mucha desilusión para los perdedores, ha habido algún vientecillo que ha llegado a España en forma de foto de una Sonia Monroy tan esplendorosa como esas flores que se guardaban en la alacena para dar buen olor a objetos inertes. Toda sonriente y vistiendo un modelito de fabricación propia, como no podía ser de otra manera, y como principal elemento decorativo una bandera española ceñida a sus curvas, que de sugerentes ya no son nada, porque han sido muy publicitadas en cualquier momento que le han dejado.

Nos han intentado colar unas fotos, en las que la Señorita Monroy se supone que estaba haciendo el denominado paseíllo de la fama, y luego nos hemos enterado de que estaban sacadas el sábado, el día anterior a la ceremonia, y que además “se le rogó encarecidamente que abandonara el lugar”.

Ésta quizás también puede ser otra marca España, la de aquellos que hacen la guerra por su cuenta, y que desgraciadamente nunca entendieron aquella frase: “Cuando el sabio señala la luna, el necio se queda mirando el dedo”. Y el dedo en este caso es las luces y las sombras de una gala, que da para lo que da, hacer más publicidad a una industria, la del cine americano, que sabe vender muy bien sus productos.


A la Señorita Monroy habría que decirle que lo importante en un cava, o en un champagne francés es la bebida en sí, su cuerpo, su sabor, su buqué, el todo que le hace ser una bebida excelente, y no la explosión al quitar el tapón. Y el desfile de los Oscar es lo que queda en la retina del no iniciado. Porque siempre quedan ocultas las muchas clases de actuación, ensayos, exámenes de todo tipo, y que te digan mil veces que “no” antes de un posible “sí”, que en realidad tampoco tiene por qué llevar al éxito, sino que puede ser el pasaporte a otro fracaso. 

Con respecto a La Monroy, como ya ha quedado retratada en la mente del españolito medio, es muy probable que mucha parte de culpa del éxito que nunca tuvo sea de ella misma, por pasar el tiempo pergeñando simulacros en lugar de hacerse una buena base de formación. Si  a ella le queda la ilusión de que al menos nos ha alegrado un rato con su “ocurrencia”, decirle que ni eso tristemente. A este vecino le ha ratificado una verdad, la idea de qué triste es el fracaso, y  más cuando no lo quieres ver.

*FOTO: DE LA RED