Ahora resulta que tenemos otro problema más para escribir
la carta a los Reyes, porque lo hacemos…¿a los Reyes o a las Reinas?. Si no
me queda más que elegir, y como la experiencia es un grado, este vecino del
mundo se decantará por las Reinas Magas, porque, seamos prácticos, al final siempre son
ellas las que preparan los regalos, o dicen, la última palabra.
Otra cosa es la tradición. Pero si algo estamos
aprendiendo en estos últimos tiempos es que las tradiciones están para
cambiarlas, y que algo que se ha hecho por una vez, el segundo año ya es tradición.
Personalmente cuando se comenzó a hablar de poner Reinas
Magas, inocente de mí, me imaginaba el tema como mujeres disfrazadas de
Melchor, Gaspar o Baltasar, que a los ojos de los infantes, destinatarios últimos del “show”, por decirlo de alguna manera, no variaba nada. Sin
embargo, visto lo del domingo con la denominada “Cabalgata laica”, en Valencia, y presidido
por las Reinas Magas “Libertad”, “Igualdad”
y “Fraternidad”, ya directamente me he imaginado uno de los carruajes presidido por una guillotina
gigante, resplandeciente ella, muy cortante ella. Solo me falta saber si estas
reinas van a traer carbón a los niños que no sean republicanos, porque según se
dice es un auténtico remedo de la última cabalgata republicana que se hizo en
Valencia.
Seamos serios, desde mi punto de vista al menos, unos
señores con barbas y todo tipo de disfraces, dan un cierto aire de misterio a
los niños, que viene bien en ese mundo de luces y sombras en el que todavía
viven, y en el que cada día van aprendiendo algo nuevo. Y parece que hay que
explicarlo, pero “los disfraces” de pelucas y barbas pelirrojas, grises y de
tez negra, es un mero artificio, junto con lo exótico, a que de un año a otro
se puedan cambiar los miembros sin que prácticamente se note. Cosa que también
funciona igual con sus equivalentes tanto en Euskadi como en Galicia.
Pido perdón de antemano, pero ya se sabe que siempre digo
lo que pienso, y por las fotos vistas, unas cuantas, “Libertad”, “Igualdad”
y “Fraternidad”, las del domingo en Valencia, están encantadas de haberse conocido, y en ningún momento se
les ve haciendo caso a la plebe infantil, no lo olvidemos, razón principal del acto, y directamente remiten en su
apariencia a una alta clase social pija entre las pijas, y de usos y costumbres tan separados del Lejano Oriente como del
españolito medio. Y que de un año a otro, se va a notar el cambio en los personajes. Es más, es posible,
que para ahora, más de un niño haya dicho eso de: “Qué hace ahí la loca de mi
madre. ¡Qué vergüenza para la familia!
Al ver las fotos de ellas, tan risueñas y “campechanas”,
ya se sabe que esta palabra lleva mucho tiempo ligada a la realeza española, me
he acordado (¡qué le voy a hacer si mi mente asocia imágenes de esta manera!) a
aquellas imágenes en que una desconsolada Montserrat Caballé, desolada entre las desoladas por el
incendio del Liceo, santo y seña de la sociedad catalana más catalana, y al que no
podía entrar cualquiera, pide, y además en un excelente castellano, dinero a
todos los españoles.
Sé que hoy me he podido meter en un jardín inmenso, y
también es posible que mi Reina Maga particular me haga gentilmente trasladarme
a otra ala del palacio, y dormir allí hasta que haya pagado con el carbón del
desdén por dar una opinión que, además, nadie me había pedido. Pero de la buscada de la paridad, hemos llegado,
pasando por una parida, que aunque se parece semánticamente, nada tiene que ver, a un derrocamiento real,
por algo que tiene mucho de fuegos fatuos y de disfrazarnos de carroza
real fémina una igualdad, que el día a día lo desmiente.
Mientras, los niños, más desorientados que una brújula
ante un imán.
FOTO: DE LA RED