Este vecino del mundo
siempre ha pensado que escribir una novela, o película, de suspense, un
thriller, como desgraciadamente decimos ahora, prefiriendo los anglicismos, no
es difícil. Lo difícil es que el final cuadre con todo lo ocurrido, y deje
contentos a todos, es decir que habiendo sorpresas durante toda la historia, el
final también nos sorprenda pero tenga su lógica que hasta entonces ni habías
olido, ni imaginado.
Recuerdo que en los años
setenta se pusieron de moda, como consecuencia del triunfo del cine de Dario Argento (El gato de nueve colas, Cuatro moscas sobre terciopelo gris…),
películas europeas de suspense, en las que te lo pasabas francamente bien durante
toda la película, siendo sorprendido por un crimen tras otro, sospechando de
todos y de nadie. Y al final…resulta que uno de los coprotagonistas tenia doble
personalidad, y ni él mismo sabía lo que hacía. Concretamente recuerdo una
película en la que siendo David Hemmings el protagonista/sufridor, él mismo era el asesino sin ni siquiera haberse enterado . No
recuerdo el título de esta cinta pero
aunque fuera así no lo diría, por aquello de no destripar el final, porque
aunque hayan pasado muchos años, siempre puede haber un nuevo espectador.
Por
cosas del destino, en 1981, viviendo en Londres, me crucé, y es verídico, en una de
las salidas de Holland Park con el mismísimo Señor Hemmings, nos miramos unos
instantes y él se dio cuenta de que le había reconocido. En ese momento me dio
muchas ganas de echarle en cara, más que recordarle, el final de esa película.
Pero ni yo me sentía tan suelto en su idioma, ni él tenía la culpa del guión.
Cada vez que como ahora se
presentan unas elecciones, me acuerdo de toda esa teoría del cine con finales
que desmerecen, cuando los políticos de turno nos quieren hacer comulgar con
ruedas de molino. Toda una legislatura, por ejemplo, pasándose el PP los deseos
del pueblo por el arco de su triunfo, y ahora la culpa la tienen los demás y
sobre todo la crisis. Y sangrante no es eso, sino que los ciudadanos, lectores
y sufridores de un guion escrito por unos políticos egoístas, no protesten por
una “representación” que les perjudica, nos perjudica, un día sí y el otro
también.
Nunca he comprendido, como
en una tierra como la levantina, se deje una y otra vez a unos políticos como
los que tienen, no solo campar a sus anchas, sino tomarles el pelo; y como
premio, votarles una vez más, con el riesgo de que sea verdad eso de que "tenemos los políticos que nos merecemos".
Lo de los gastos de
representación de Rita Barberá es una gota más en una inundación que ha dejado
a un país anegado de deudas y recortes.
Gastarse presuntamente
278.00 euros en hoteles, viajes, comilonas y amiguetes desde septiembre del
2014 ronda lo pornográfico, se presente como se presente.
Ocurre como lo que contaba
de algunas películas de suspense que el final no hay quien se lo trague. Y si hay algún político/política que se pega
la vida padre, después que no venga explicando que la culpa fue del chachachá
porque para apreciar una buena historia, no es necesario leer el final. Y el
final de algunos políticos es lo mejor que nos puede pasar a la mayoría.
Desde hace unos años desgraciadamente se ha puesto de moda en España, no meterse en problemas el protagonista de unos presuntos actos delictivos, sino quien los cuenta, y así vamos como vamos...
Desde hace unos años desgraciadamente se ha puesto de moda en España, no meterse en problemas el protagonista de unos presuntos actos delictivos, sino quien los cuenta, y así vamos como vamos...
Además, mientras sigamos pensando
eso de que “si yo tuviera la posibilidad haría lo mismo” no vamos a ninguna
parte. Porque desengañemos, nunca vamos a tener la posibilidad ya que los que
están delante ni nos van a dejar llegar, ni vamos a hacer lo necesario para ese
viaje, ni estar en esa tesitura.
Por cierto, y ya para
terminar, la culpa nunca fue del chachachá, sino de quien se escudaba detrás de
esa música para que no se le oyera venir.
*FOTO: DE LA RED