Cuando uno pertenece a esa generación de finales de los
cincuenta que ha ido llegando tarde, o demasiado pronto, a
casi todo, siempre ha pensado que los personajes interpretados por Humphrey
Bogart eran el prototipo del perdedor.
Y teniendo en cuenta que en esta vida siempre perdemos,
como mínimo la propia vida, una vez de ser un perdedor hay que serlo saliendo
por la puerta grande.
Lo que ocurre es que ni me gusta el bourbon, ni es fácil coger
una melopea en un local de ambiente de jazz, ya que si buscas un local de “ambiente”
vas a encontrar otra cosa bastante alejada del jazz. Y así no se puede.
Uno ya no puede estar al margen de la ley como corredor
de apuestas, porque ya las apuestas las anuncian en cualquier programa deportivo, tanto en la radio como en la televisión. Y si en tu rostro quieres reflejar, con
barba de dos o tres días, la tempestad que hay en tu interior, porque tu rubia
platino te dejó, te encuentras con muchas personas con ese tipo de barba,
usando además una maquinilla para tal efecto, y les queda por supuesto mucho
mejor que a ti, y nadie va a reparar en
que estás destrozado por el amor de una vampiresa. Y es que ya no hay
vampiresas que utilicen guantes negros hasta el codo, ni que se ganen la vida
cantando delante de una gran orquesta en un club, ni mucho menos practiquen el mejor de los estriptis, sin incluso desnudarse.
Ya la vida es otra cosa. Ahora tienes el corazón roto,
pero sin parafernalia dramática, y las novias no te dejan por otro más malo
sino quizás por otra más mala. Y en nuestro ADN no encontramos respuesta para
ese tipo de cosas. Ya solo Gilda es el nombre de un pincho, y además de los más antiguos y con poco
atractivo visual. Ni puedes “echarle la culpa a Mame”, como en el
caso de Glenn Ford, porque no conoces a nadie con un nombre tan hortera.
Además, si ahora te vistieras como Glenn Ford o Humphrey
Bogart, ya no serías un malo de manual sino “un friqui del vintage más viejuno”,
que puestos a que ya no puedas estar al margen de la ley con cierta aureola
romántica, sin embargo estarás al margen
de cualquier diccionario o etiqueta.
Y no hay nada más triste, que sufrir en tu interior un
drama porque ya no eres el héroe de las aventuras de tu rubia platino, y lo que
es peor, que a nadie le importe, porque descubres que lo mismo que no eres el
jefe de una banda de gangsters, eres tan poquita cosa que nadie va a comprar el
guion de tu vida para convertirlo en película porque a nadie le interesa.
Quizás, ahora sí me venga bien un buen trago de bourbon,
aunque no sea el comienzo de ninguna bonita amistad...
*FOTO: DE LA RED