Me desayuno, literal, con la noticia de que hoy es el Día Internacional de los
Derechos Humanos, y con lo primero que enlazo mentalmente es que si les han
otorgado un día, es que la cosa anda muy mal, casi tanto como el tiempo que se
adivina tras la ventana.
La mente, la de este vecino del mundo, siempre juega con
claves, que muchas veces intenta ligar con palabras, y más de una vez se pierde
en el intento, pero el subconsciente, la mayoría de las veces, lo tiene más nítido que su propietario...
Por eso, las primeras imágenes que me vienen mentalmente,
me llenan de intriga desasosegante, y son aquellas de un Donald Trump intentando
dar la mano a su esposa durante una comparecencia pública, si mal no recuerdo
durante su viaje a Israel (aunque muchas ya han sido
las ocasiones), mientras ella mirando al frente, siempre al frente, se la aparta
drásticamente. Y es que si las cosas andan mal, al menos lo parecen, en la
intimidad, donde el respeto mutuo es indispensable, ya que a la postre es donde
uno se supone se muestra tal cual es, será imposible que luego, por decirlo de una
manera desenfadada, se pueda pedir peras al olmo.
Quizás esa imagen me ha venido porque el respeto en
nuestros días es rara avis, y sería indispensable para “contemplar” los
Derechos Humanos, junto al posicionamiento de “igual a igual” y no como
ciudadanos de diferente categoría, e incluso sexo.
En cualquier asunto o materia nos ocurre que siempre nos
fijamos en casos lejanos, cuando, y espero que se me entienda, tenemos al
enemigo en casa. Esos refugiados, que entran en nuestras fronteras con cuentagotas, en contradicción con las cifras que en su momento se contemplaron, y esas pateras que
hoy más que nunca inundan nuestras costas, y cuyos tripulantes son alojados en
una cárcel sin estrenar, pero que es una metáfora viva de todo lo que ocurre.
Estos días han trascendido imágenes de mafias que
trafican con esclavos en estos mismos momentos. Pero eso sí, hoy más de uno de
nuestros políticos se pondrá muy serio y pomposo y dirá, como en aquel anuncio
de detergentes, que su partido siempre limpia más blanco, casi tanto como el
traje de Melania, por siempre Señora de Trump.
*FOTO: DE LA RED