Vengo de jugar a ser Rey Mago por los comercios de Bilbao, que es donde me encuentro estos días, y a modo de creador de
arquitectura financiera, como si de un pequeño Mario Conde se tratara, he
intentado que el dinero llegara al menos para hacer castillos en el aire, que
mañana, pues la historia continúa, intentaré colocarlos en el suelo, aunque lógicamente
seguro que perderán tamaño y es posible que consistencia, pero con el deseo de que al menos hagan ilusión a aquellos a los que irán destinados el día 6 de Enero.
En la sección de librería de unos grandes almacenes, de
esos que practican el corte británico, están promocionando un libro policíaco titulado “El canto del cuco”. Es curioso el caso. He leído la
sinopsis de la novela, y me ha gustado el planteamiento. Al buscar el autor me he encontrado
con el nombre: Robert Galbraith… Lo mismo ha pensado este vecino, “no
conozco a este escritor de nada”, y enseguida la misma editorial en una
nota anexa te aclara el tema: Robert Galbraith es un seudónimo de la autora
británica J. K. Rowling, la madre de Harry Potter y su mundo.
Como dijo aquel ministro del interior: “los
experimentos, con gaseosa”. La Señora Rowling se supone, intenta saber
la pegada que puede tener en otros géneros literarios, pero por si acaso, la
editorial no quiere que los antiguos lectores se despisten mucho, y va poniendo
una especie de señales de orientación
para ir atrayendo la atención de la gente.
Este vecino, al enterarse de lo del seudónimo, ha pensado
desde su inocencia, que flaco favor
está
haciendo la Señora Rowling, al resto de las mujeres, que para intentar vender se
enmascare detrás del nombre de un hombre, cuando ella por ejemplo, siendo
mujer, ha vendido millones de libros, o, y es la duda, ¿por ser un libro sobre crímenes
venden más, en teoría, los escritos por hombres? Este vecino hubiera jurado que
estaban ya lejanos esos tiempos. Y que sería conveniente
avisar a la escritora Patricia Cornwell, de que a partir de ahora su vida como
escritora será más fácil firmando como Patricio.
Sin embargo, tras indagar un poco, este vecino ha conocido que ya desde el principio J.K. Rowling no es el verdadero nombre de la
escritora, sino Joanne, “Jo”, Rowling, y que precisamente la editorial insistió
en que firmara con un nombre hasta cierto punto ficticio, ya que J.K. Rowling
en realidad no existe, para que los lectores pensaran que estaba escrito por un
hombre.
Y es que aunque al final la Señora Rowling sea una de las mayores
fortunas de Gran Bretaña, tuvo que pagar una especie de peaje por el triunfo,
accediendo a los deseos de la todopoderosa editorial en cuanto a cambio de sexo,
aunque solo fuera en el nombre, y quizás en sus principios. Es curioso, pero ese truco, el de cambio de nombre nunca se enseñó en el famoso Colegio Howgarts.
*FOTO: DE LA RED
*FOTO: DE LA RED