Uno abre la ventana y solo ve luz por todas partes, y
mira el calendario y es 1 de Noviembre, día de Todos los Santos. Pura contradicción,
eso es la vida. Con su moneda de dos caras, la vida y la muerte, en la que
siempre eres perdedor. Aunque siempre vayas ganando, como en todo juego,
siempre gana la banca del destino.
Sobre el lienzo que forma la luz, hoy tan clara y
brillante, y por las fechas, en un sinsentido, he visto imágenes de mi vida que
no volverán.
Siempre hacemos, cada Noche Vieja, una especie de recuerdo y recapitulación por el año que se va, sin embargo, y no sé por qué, este vecino siempre lo ha hecho cada 1 de Noviembre. Quizás porque de pequeño descubrió que su familia, ese día del año, iba a un lugar al que llamaban “cementerio “ a “visitar” a una abuela que no había conocido. Y es fuerte sentir que desde que naces ya tienes en el “debe” de tu cartilla de la vida alguien que no has conocido, porque sencillamente has nacido tarde para ella. Y crees que es tu culpa, y no te quieres perdonar.
Este año, de Noviembre a Noviembre, ha sido muy duro para este vecino. Dos amigos, de esos de los de toda la vida nos han dejado, así como de puntillas; pero sin ellos desearlo haciendo mucho ruido en el interior de todos los que les queremos. Porque ese sentimiento, el de querer, nunca nos abandona, sino como en estos casos, parece que se amplifica en el eco de las vivencias, y hace que el silencio interior estalle en mil pedazos.
Siempre hacemos, cada Noche Vieja, una especie de recuerdo y recapitulación por el año que se va, sin embargo, y no sé por qué, este vecino siempre lo ha hecho cada 1 de Noviembre. Quizás porque de pequeño descubrió que su familia, ese día del año, iba a un lugar al que llamaban “cementerio “ a “visitar” a una abuela que no había conocido. Y es fuerte sentir que desde que naces ya tienes en el “debe” de tu cartilla de la vida alguien que no has conocido, porque sencillamente has nacido tarde para ella. Y crees que es tu culpa, y no te quieres perdonar.
Este año, de Noviembre a Noviembre, ha sido muy duro para este vecino. Dos amigos, de esos de los de toda la vida nos han dejado, así como de puntillas; pero sin ellos desearlo haciendo mucho ruido en el interior de todos los que les queremos. Porque ese sentimiento, el de querer, nunca nos abandona, sino como en estos casos, parece que se amplifica en el eco de las vivencias, y hace que el silencio interior estalle en mil pedazos.
Para este vecino el Día de Todos los Santos desde niño es
el recuerdo de doce castañas en un cucurucho de periódico, de un frío que
penetra hasta el tuétano, de los cipreses, de un gabán gris, de unas tristes
flores amarillas sin olor, de silencio, mucho silencio y seriedad.
Ahora, sin embargo, es el recuerdo, quizás en unas
imágenes un poco desenfocadas y quizás con demasiada luz, de los mejores
momentos, solo los mejores, de una vida que ha convergido con unas cuantas que
he tenido la suerte de conocer y querer, y por supuesto de que me quieran
también. Porque todo el mundo necesita ser querido, quizás como reafirmante de
que existe, aunque sea un poco…
Este año, lo mismo que quita trae, nos ha dejado también
una preciosa canción, de Dani Martin, que describe todo eso en muy pocas
palabras, “Que bonita la vida”. Habla de todo eso, y sobre todo de que la vida
de vez en cuando “se despista” y en mi caso, y en el de los míos, este año lo
ha hecho por dos veces.
Luisfer, Francis, nunca os olvidaremos, porque sin
vosotros sin duda que seríamos diferentes, y nunca mejores.