Ya saben los que me siguen
que este vecino del mundo cada vez que se cabrea y que va a apuntar una queja,
no lo hace en caliente, sino que tiene una barrera de seguridad, dejar pasar
unas cuantas horas para que la mala leche no nuble el raciocinio, y así ha
sido hoy también. Han pasado más de doce horas del cabreo, y este vecino del
mundo cree que ya es tiempo suficiente.
Vaya por delante, todos
aquellos que me siguen ya saben que soy un enamorado de Donosti, ciudad en la
que vivo gran parte del año, pero también hay otra ciudad que desde hace unos
quince años se ha ido ganando mi corazoncito: Torrevieja. Ayer, en esta última, sobre las seis de la
tarde, cayó un buen chaparrón durante una media hora aproximadamente. Pues bien, el resultado parecía, y salvando las distancias, naturalmente, la ciudad de Nueva
Orleans tras el Katrina, si éste solo hubiera durado media hora.
Estamos muy cerca
de la Playa de los Locos por la zona de la Calle Estocolmo, y tras el chubasco
intentamos ir, porque somos así de raros, porque queremos el oro y el moro, al
Consum que está en la Calle Diego Ramirez, y prácticamente todas las calles
estaban intentando deglutir el agua caída por un alcantarillado del estilo “Señorita
Pepis”.
Conviene recordar la gran
cantidad de personas, entre los que este vecino del mundo se encuentra, que
pagamos los impuestos en esta ciudad también, a pesar de estar gran parte del año ausentes,
y aparentemente, por no ser injustos, siempre se ven cambios en las cuatro
calles de siempre, el Torrevieja antiguo, por decirlo de alguna manera donde se
encuentra el Ayuntamiento con su plaza e iglesia correspondiente.
La zona adyacente a la Playa
de los Locos, salvo edificios nuevos que se han hecho, y que en contra de la
armonía de la zona, han crecido más para arriba que a lo ancho, está
prácticamente igual que hace quince años, con la salvedad de la citada playa,
cuya zona de arena ha menguado, sin solución aparente, mientras ha aumentado la cantidad de basura a ser recogida cada noche. Ya sé que me van a decir que
Torrevieja, la de la habanera preciosa, la de olor a salitre y que siempre mira
allende los mares, crece enormemente en Julio y Agosto, pero eso es previsible, y para eso existen los célebres contratos eventuales.
Torrevieja debiera ser no
como las bicicletas para el verano, sino una ciudad para todas las estaciones,
pero estamos permitiendo, incluso en edificios nuevos, tuberías que mueren al ras de
la calle. Permitiendo instalaciones de aire acondicionado que vierten el agua
creada como mínimo a botellas instaladas en la propia acera, eso si no va
directamente a ella. Aceras, las célebres aceras rojizas, con zonas de
pendientes afiladas que siempre he pensado que, presuntamente, están hechas con
miras a crear clientes para “Urgencias” con algún tipo de rotura.
Quiero mucho a Torrevieja, y
en los “agostos” de quince años nos ha llovido tres veces quedando en evidencia
unas carencias que no son de recibo. Y es en ellas donde se deberían sacar las
fotos los políticos de turno. Está clarísimo que al menos los que han ocupado
sillón en la Casa Consistorial no han debido de vivir en la zona que he
mencionado anteriormente, porque se les hubiera caído la cara de vergüenza.
Y ya para terminar, y
metidos en harina, nunca he comprendido que en una ciudad veraniega mil por
cien, para asistir como espectador al “Concurso de Habaneras” se exija a los
hombres ir con pantalones largos, las mujeres pueden ir con falda cuanto más
corta mejor. Eso tampoco es igualdad de derechos, y sí un vestigio de antiguas prebendas. El respeto al concurso se
lleva dentro. Una cosa es que se vaya en chanclas y hecho un “Adán”, pero se debería permitir acudir en unos pantalones cortos bien dignos, y si me apuran de “marca”, especialmente si luego, a la vuelta del evento, te puedes encontrar unos suelos deplorables tras un chubasco como el de ayer.
Hay que construir una ciudad
no de foto, que también, sino que se pueda vivir cómodamente en ella, bien sea toda la
vida o un solo día. Y reiterándome en lo ya dicho, recordar que Torrevieja
debe ser una ciudad para todas las estaciones; sino, nos deberíamos preguntar
qué se hace con todo el dinero que se recauda de esos vecinos temporales que
pagan los mismos impuestos.
*FOTO: F.E. PÉREZ RUIZ-POVEDA