Aunque ayer este vecino del
mundo no hizo ningún exceso especial, esta mañana se ha despertado como si hubiera crecido tres o cuatro tallas más dentro del mismo envoltorio corporal, y se encontraba hecho polvo, lo que en un edulcorante lenguaje médico se explica con un aséptico "malestar general". Más tarde, he conseguido darle una explicación a mi estado, como si así
molestara menos al saber el posible por qué: Hoy es miércoles de ceniza, y qué
otra explicación mejor que la ceniza al polvo.
En una sociedad acostumbrada
al pelotazo y al mangoneo, al hacerse famoso por ser compañero de intercambio de flujos de algún personaje conocido, por ser un friki, o por cualquier otra
variante del famoseo, ayer se nos colaron, casi de tapadillo, unas imágenes,
con retraso eso sí, como lo hacen gestas que importan a pocos, de una atleta
keniata arrastrándose a gatas, como lo haría un niño, a la llegada del maratón
de Austin, en Texas (Estados Unidos) este domingo pasado.
La atleta keniata Hyvon
Ngetich, de 29 años, cayó al suelo, víctima de un colapso, cuando faltaban
cincuenta metros para terminar la maratón, que fue liderando durante más de
treinta kilómetros. No fue la ganadora, ya que en esos últimos cincuenta metros
le adelantaron dos compañeras, pero exhausta, vigilada muy de cerca por las
asistencias, que le ofrecieron su ayuda, con el riesgo de ser descalificada si
hubiera aceptado la ayuda ofrecida, no se rindió y a gatas como
los bebés, tuvo el coraje necesario para terminar la carrera, y por supuesto
ganar la medalla de bronce.
En una sociedad española en
el que se ha hecho un reality de una persona, de una joven concretamente, cuyo
único mérito ha sido el nacer de unos padres famosos, y ser pija en sus maneras
y hasta en el ADN, y de cada tres palabras dichas una es “super”, la buena de Hyvon Ngetich al menos se ha
ganado el derecho de estar en nuestro corazoncito un miércoles de ceniza.
En un mundo viviendo sin
duda su momento más materialista, el gesto de la kenieta nos tiene que hacer
cuando menos plantearnos la superación hasta límites insospechados,
del esfuerzo por el esfuerzo, del honor por el honor, porque esa medalla de
bronce ganada es una especie de diploma al trabajo bien hecho, a una superación
que en el caso de esta atleta la ha llevado
a tambalear los límites de su propia vida, sin dudarlo. Ya que tras reponerse,
la Señorita Hyvib Ngetich declaró que los últimos dos kilómetros y la llegada a
la meta, son una incógnita para ella. Por lo que se puede deducir que la
decisión de llegar arrastrándose es una decisión, más que irreflexiva, refleja,
como lo es un buen corazón, sin un por qué y sin preguntas al respecto.
Por momentos así, sea o no
sea hoy miércoles de ceniza, a uno le entran más ganas de vivir y de confiar en la gente.
*FOTO: DE LA RED