Antes de nada conviene aclarar que el post de hoy no
está "subvencionado” por ninguna marca, aunque el vecino aprovecha para decir que no habría ninguna objeción, siempre que el precio mereciera
la pena, y aclarando que es publicidad, porque en
el ánimo de este vecino nunca ha estado engañar a nadie.
Dicho lo cual, más de una vez este vecino se ha retrotraído
a épocas anteriores mediante alguna banda sonora o determinado recuerdo. Sin embargo, hoy, lo va a hacer mediante un producto que por ahora ha vencido al tiempo. Ya que con los cambios
que se han ido produciendo en los usos y costumbres en nuestro devenir diario,
cada vez es más difícil encontrar productos que nos han acompañado durante toda
la vida. Y sin embargo este vecino se va a referir a uno, que aunque ahora hay
muchas variantes de él, todavía se puede comprar con su apariencia de siempre. Este vecino se refiere a esa lata metálica,
azul y redonda, que nos puede llegar a evocar grandes momentos de nuestra niñez.
Para este vecino, decir NIVEA es decir pasar el día
entero en la playa de Deba (cuando todavía escribíamos su nombre con “v”), que
se encuentra a trece kilómetros de su pueblo, Elgóibar. Porque a finales de los
años cincuenta, o comienzos de los sesenta, cuando ibas a la playa, los
domingos de verano, ibas para todo el día, pues había que aprovechar el gasto. Era
domingo de bolsas y fiambreras, de ensalada y tortilla de patatas.
A las ocho y media de la mañana cogías el tren, aquellos
trenes más antiguos que los que veíamos en las películas de vaqueros del cine
infantil de las tres de la tarde, y volvías sobre las siete. Trenes abarrotados
de gente y bolsas con artilugios de todo tipo. Familias enteras que tenían la misma
costumbre.
Este vecino, debido a su edad, no recuerda, si en cada
vagón se hacía mención del número de personas que podían entrar, pero lo que
está claro es que si lo había, no se hacía caso por parte de la empresa, porque
tranquilamente, es un decir, podías hacer el viaje de pie y sin miedo a caerte
en cualquier curva, porque no había ningún espacio sin ocupar. Lo que se
conocía vulgarmente, como ir en lata de sardinas,
siendo
tú, naturalmente, una de ellas.
Decir Nivea, es decir todo el día al sol, no teníamos la noción de que el "astro rey" podía ser perjudicial, jugando en los
charcos a hacer castillos, embadurnado todo el cuerpo de arena mojada mezclada con el blanco
crema de tu piel, trabajo concienzudo de tu madre, que no había dejado un solo
poro de tu epidermis sin “embalsamar”.
Decir Nivea es también esperar las tres horas reglamentarias para hacer la digestión.
Decir Nivea es también esperar las tres horas reglamentarias para hacer la digestión.
Hay que dar gracias porque a nadie se
le hubiera ocurrido, en su momento, que en lugar de tres horas había que esperar,
por ejemplo, seis, hubiera sido el mismo ritual. Y es que lo de las tres horas
era una condena de la que nadie te podía librar, porque de lo contrario, era
jugarte la vida a la ruleta rusa, cuando mencionar “rusa/o”
aparte de arriesgado en sí, era pecado, pues ruso, comunista, rojo y demonio,
era todo uno.
*FOTO: DE LA RED