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viernes, 20 de marzo de 2020

LA SECUELA DE LA SECUELA



Estoy convencido, y lo he comentado hoy en casa, que no nos vamos a ir de rositas de ésto, y que va a haber un antes y un después. Y es que no se puede poner nuestras vidas patas arriba y que quede todo en un “pues ya no me acuerdo”.

Quizás nos habíamos convertido todos en bastante egoístas.  Todavía ayer, día del padre, han sido muchas las familias, en Bilbao, por citar un ejemplo, que han intentado poner rumbo a su segunda residencia, pasando de todo lo que se ha dicho (más que recomendaciones), para no poner en juego nuestras vidas, propias y ajenas.

Este vecino del mundo está convencido que tendremos para unos cuarenta días de reclusión, y en claro homenaje a Sabina, y sus 500 noches. Y es que la soledad, y más por la noche, cunde mucho.  

Psicológicamente no nos va a reconocer ni el padre que nos proyectó, la madre siempre es otro tema.

Los mismos políticos ya no saben ni qué senda seguir, porque en los manuales de sus partidos, si buscas “coronavirus” no aparece nada.
Los separatistas catalanes que siempre juegan a tener todas las respuestas precocinadas, tampoco saben qué hacer, salvo protestar por todo, aunque eso signifique decir lo contrario de hace cinco minutos.
Y es que nos habíamos instalado en la secuela de la secuela, y como diría un gracioso, ahora no cuela.

Con el agravante de que,  tal como estamos, no te puedes escudar en la soledad de tu casa. Porque, aunque seas un mindundi anónimo, te piden que des tu opinión para una emisora cualquiera en directo y por Skype. Y como no tienes claro qué decir sobre la soledad de tu aburrimiento, solo estas preocupado por qué lugar de la casa enseñar. Los cuarenta metros de tu hogar, bien colocados, pueden dar para mucho, al menos desde el punto de vista de tus conocidos, para ponerte a parir.

Cada día tengo más claro, que si hay un después del coronavirus, a muy pocos les puede importar.

*FOTO: DE LA RED

lunes, 16 de mayo de 2016

EL DÍA DESPUÉS... AL FESTIVAL DE EUROVISIÓN





Como siempre desde hace mucho tiempo, lo mejor de la noche de Eurovisión 2016, fue esa ensalada mixta que preludiaba a una tortilla de patatas, con cebolla por supuesto, y  unos pimientos verdes que hablaban en varios idiomas, muy bien educados ellos, y en todos decían: “cómeme”. Y para  regarlo todo, sidra con “label” guipuzcoano. 


También había cava, pero se quedó enfriando, y ha debido de coger una pulmonía, porque con el nefasto resultado se quedó más solo que Gary Cooper ante el peligro.


Tanto La Nuri, mi sufrida, como este vecino del mundo, son solo los que ya mantienen la tradición en casa, eso sí, bien vestidos y perfumados, dando cuenta de la cena ya descrita, ante el televisor. Porque los hijos, quizás las nuevas generaciones por aquello de ser más listos, pasan del festival, y en realidad se ahorran un berrinche, tras varios días en los que estábamos seguros que, esta vez (como siempre), sí íbamos a ganar.


Antes de nada, y sobre el post de ayer, mi querido “Anónimo” (él o ella me entiende) me preguntaba a qué me refería al decir, y repito la frase completa:
Quizás como ya opiné el año pasado, en la mayoría de puestas en escena hay demasiada borrachera de tecnología, pero de eso hablaremos mañana”.


Me voy a explicar. Hace ya muchos años, los más jóvenes ya no se acordarán, o muy probablemente, no estaban todavía, había un decorado único, que lo ponía la organización de ese país, sobre el que discurrían las diferentes actuaciones, con una orquesta en directo, y cada país llevaba su director. 


Aún recuerdo que cuando Abba cantó Waterloo (ganando el festival en su decimonovena edición, en Brighton, Reino Unido, en 1974) su director iba disfrazado de Napoleón, con sombrero incluido. Son imágenes que quedan y que se van convirtiendo en iconos.


Luego, con el tiempo se dijo que lo de “poner” una orquesta era engorroso, y se optó por música enlatada. Y lo que son las cosas, con el transcurrir de los años, hemos ido viendo que el dinero se ha ido invirtiendo en tecnología para hacer una especie de “videoclips” pero en vivo y en directo. Y se está logrando tan perfección de imágenes, que en cualquier momento nos van a engañar, y no habrá cantante en directo, sino su holograma, y sino, al tiempo. Y además, aplaudiremos como locos, por habernos sorprendido.


Pero, ¿qué queda de los “antiguos” decorados? Nada, una especie de “agujero negro” en el que van apareciendo imágenes y luces. Y al final, tú, el espectador, no recuerdas nada en concreto. No tienes una especie de fotografía mental de cada festival, para archivarlo en tu memoria.
Y eso también es muy importante.  

    
Una vez contestado debidamente, eso espero, a mi querido/a Anónimo, vamos a pasar a otro punto muy importante, y que ayer en el post ya lo apuntaba. 


Por fin se ha accedido al deseo de unos cuantos, y al parecer al de la mismísima Barei, y se ha cantado en inglés. ¿Qué se ha conseguido? Nada, y algo. Y no es una contradicción.


Nada, porque se ha perdido rotundamente, como siempre desde 1969 y aquella Salomé que solo vivía cantando. Y algo, que como ahora están seguros que entendemos el inglés, ya saben con certeza que “pasan totalmente de nosotros”, por si quedaba alguna duda.



Como se ha empeñado en enseñarnos, el gobierno que desgraciadamente, en opinión de este vecino del mundo, todavía tenemos: en épocas de crisis, medidas desesperadas.


Si Eurovisión nos cuesta mucho dinero, por eso del ser del club de los cinco, sin duda deberíamos dejarlo, porque además no nos luce nada con tanto “vecinismo”. Ya sé que no existirá la palabra, pero se me entiende perfectamente. 


Que paguen los que se votan, y que sigan votándose y queriéndose mucho, y que se contagien su maldita halitosis. Porque lo que está pasando hasta ahora, recuerda mucho a esa dura frase de “además de puta, poner la cama”.


Ayer, y visto lo visto, me acordé de ”Rodolfo Chikilicuatre”, ese “personaje”, y nunca mejor dicho, que nos representó en 2008, y con el cual nos reíamos de todos, de ellos (el festival y su, una vez más, “vecinismo”) y de nosotros mismos. Y en realidad, tampoco nos fue tan mal, los decimosextos. Por favor, que no se entere Barei, que se va a deprimir, más. Y se demostró que el público en general, en este caso los extranjeros que pensaban que Chikilicuatre era un cantante más, no distinguen la astracanada de lo extravagante.


Dicho todo lo anterior, y esa opinión de que deberíamos de apearnos de Eurovisión…¿Queréis seguir en el festival? Pues seguiremos. Porque este vecino del mundo hace muchos años que le cogió el truquillo, y esa noche, la del Festival de Eurovisión, aprovecha para practicar la filosofía, y decir eso de: Sufro, luego existo.


Por cierto, aún tengo el cava en el frigorífico… Me voy a poner una copa. Y no es para olvidar, porque, en este caso, en el del festival,  no debemos hacerlo nunca.

*FOTO: DE LA RED