Estoy convencido, y lo he comentado hoy en casa, que no nos
vamos a ir de rositas de ésto, y que va a haber un antes y un después. Y es que
no se puede poner nuestras vidas patas arriba y que quede todo en un “pues ya
no me acuerdo”.
Quizás nos habíamos convertido todos en bastante egoístas. Todavía
ayer, día del padre, han sido muchas las familias, en Bilbao, por citar un
ejemplo, que han intentado poner rumbo a su segunda residencia, pasando de todo
lo que se ha dicho (más que recomendaciones), para no poner en juego nuestras vidas,
propias y ajenas.
Este vecino del mundo está convencido que tendremos para
unos cuarenta días de reclusión, y en claro homenaje a Sabina, y sus 500 noches.
Y es que la soledad, y más por la noche, cunde mucho.
Psicológicamente no nos va a reconocer ni el
padre que nos proyectó, la madre siempre es otro tema.
Los mismos políticos ya no saben ni qué senda seguir,
porque en los manuales de sus partidos, si buscas “coronavirus” no aparece
nada.
Los separatistas catalanes que siempre juegan a tener todas
las respuestas precocinadas, tampoco saben qué hacer, salvo protestar por todo,
aunque eso signifique decir lo contrario de hace cinco minutos.
Y es que nos habíamos instalado en la secuela de la secuela,
y como diría un gracioso, ahora no cuela.
Con el agravante de que, tal como estamos, no te puedes escudar en la
soledad de tu casa. Porque, aunque seas un mindundi anónimo, te piden que des
tu opinión para una emisora cualquiera en directo y por Skype. Y como no tienes
claro qué decir sobre la soledad de tu aburrimiento, solo estas preocupado por
qué lugar de la casa enseñar. Los cuarenta metros de tu hogar, bien
colocados, pueden dar para mucho, al menos desde el punto de vista de tus
conocidos, para ponerte a parir.
Cada día tengo más claro, que si hay un después del
coronavirus, a muy pocos les puede importar.
*FOTO: DE LA RED