Hay días en que uno se siente como un horno, está
cogiendo temperatura, y sin embargo, sabe
por los galones que da la experiencia, que no lo tiene precisamente preparado
para bollos. Es como si te dirían “mira para otro lado”, pero en el fondo sabes
hacia dónde quieres y tienes que mirar, y que si no lo haces, es de cobardes.
En este momento diría que tengo el alma a media asta.
En este momento diría que tengo el alma a media asta.
Lo de hoy en París, ese acto terrorista no se limita a
las doce personas asesinadas, ni dar un palo en la boca a la libertad de
prensa. Es algo así como presentar un póquer de ases en cualquier garito jugado
por profesionales, cuando nadie se lo espera, porque además ya habías visto que
el jugador de tu derecha, tenía un as, y era imposible que otro también lo tuviera.
Hay gente que menosprecia el humor, por parecer menos serio
que decir las verdades del barquero con una entonación formal, pero el humor
siempre da algo más, porque deja una puerta abierta a la sugerencia, que
alguien hoy ha intentado cerrar.
Hoy más de uno que oiga críticas sobre lo ocurrido en las
oficinas del semanario satírico francés, puede tacharlas de racistas y de
sectarias. Pero todo eso siempre tiene doble dirección, especialmente los que
se quejan de no recibir un tratamiento como ellos creen que se merecen,
mientras deparan por su parte otro
tratamiento a todas luces dictatorial, se juzgue desde el prisma que se quiera.
En días como hoy es una vergüenza ser un ser “humano” por
lo poco que se practica la humanidad, teniendo además en cuenta que decir “París”, siempre ha sido decir “amor”, y en unos instantes se ha
mancillado un símbolo, más que un lugar, que en cierta forma es de todos.
Algunas veces suele costar terminar un artículo por
aquello de intentar aportar “un algo más”, una especie de broche de oro. Sin
embargo, esta vez las palabras han salido solas, ya que además son, y no hace
falta decirlo, el título de un libro que causó furor en su época:
“Bonjour tristesse”.*FOTO: DE LA RED