Todo en su justo medida. Eso es lo que me decía mi madre
cuando era pequeño. Y quizás esa idea se ha ido olvidando por el camino de la
vida. Quizás en el día a día le hemos dado importancia a ciertas cosas que,
bien pensado, no la tienen.
Es muy probable que pensando que sabemos mucho, en
realidad, nos hayan dado el famoso timo de la estampita, y nos hayamos quedado
con la forma y no con el fondo.
Esos teléfonos móviles que sirven para todo (incluso para
comprar billetes de avión por internet, aunque, tú, no viajas nunca) y que te han creado la
necesidad de cambiarlo cada año. Esos televisores, que la técnica, mejor cada
día, ha conseguido que mientras los viejos televisores de los años sesenta
duraran más de diez años, éstos, como mucho, duren unos cinco, y además el que
tienes seguro que no es “Smart tv” que no tienes ni puñetera idea qué es, pero
seguro que no lo es.
Y mientras, tú, en realidad, te encuentras más aislado que
nunca. Tus vecinos deben de ser unos zombis, porque huyes de ellos, bajo el epígrafe "no les eches una mano que te quitan el brazo". E incluso ya te llevas mal hasta
contigo mismo.
No te miras ni al espejo, no vaya a ser que en el otro
lado estés tú también, y la hemos armado. Y te metes en la cama contigo mismo
cuando te consta que estás tan cansado que el meterte en el lecho no va a dar
lugar a tonterías…, como pensar, por ejemplo.
Y quizás un buen día, si tienes suerte, te das cuenta que
desde pequeños nos han dicho eso de que “el hombre (y la mujer naturalmente,
que no va por ahí la “cosa”) es el único animal que tiene el don de pensar”, y
precisamente tú, si tú, hace tiempo que no ejerces como tal, no como hombre
reproductor, no va por ahí la cosa
tampoco, aunque de eso, no nos engañemos, también cuando nos dejan, sino como “homo
sapiens”. Porque lo de “homo” lo anteponemos para todo, sobre todo cuando
alguien dice eso tan original de “a que no hay huevos”.
Pero el apellido, lo de “sapiens”, lo practicamos poco.
Si ves un paisaje bonito, como mucho, te puedes retrotraer a las últimas
vacaciones “pensando”, que es mucho decir, que también vistes muchos paisajes
bonitos. Sin embargo, no eres capaz de que ante ese bonito paisaje, se pare el
mundo, pares el mundo, y sientas cómo el viento en el rostro masajea tus recuerdos, y ese
paisaje sea el trampolín a miles de recuerdos, o menos, da lo mismo, recuerdos
que van ligados a sentimientos. Porque
quizás, pensar es “eso”, sentir, y quizás no lo queramos hacer mucho, porque en
el fondo, tenemos miedo a descubrir que no estamos muy de acuerdo con nuestro proceder.
Si un buen día "ponemos" una foto imposible de lo que "esperábamos de nosotros" y otra de lo que realmente "hemos llegado a ser", es muy probable que el famoso juego de "las siete diferencias" se quede corto, y eso no lo queremos reconocer.
Si un buen día "ponemos" una foto imposible de lo que "esperábamos de nosotros" y otra de lo que realmente "hemos llegado a ser", es muy probable que el famoso juego de "las siete diferencias" se quede corto, y eso no lo queremos reconocer.
Lo dicho, como decía mi madre, y asentaba mi padre, todo
en su justa medida. Y el problema es que quizás, el patrón de medida hace
tiempo que nos ha sido escamoteado, y cambiado por otro, y hay algo entre lo
que esperábamos y lo que somos, que no coincide. Y, mientras, el reloj de la
vida, de nuestra vida, sigue pasando.
*FOTO: DE LA RED