Nunca he comprendido
ese ansia por cambiar, o cuando menos de hacer cosas diferentes cada vez que
nos declaramos en vacaciones. Este vecino ha utilizado la expresión “declarar”
como cuando se proclama una epidemia. Y es que, bien pensado,
estar de vacaciones puede ser una enfermedad, que se cura con el tiempo.
Una cosa es que en la
mayoría de los casos, vayamos a sitios donde hace bastante calor, y otra que
eso nos de “licencia de corso” para
cambiar nuestra indumentaria hasta rayar con lo hortera, porque si te vieran en
la oficina en la que trabajas (o en la que trabajabas antes de que te
despidieran, con mucha pena por parte del empresario, eso sí, pero es que no
quedaba más remedio) serías chantajeado de por vida. Además en vacaciones se
nos olvida el concepto “talla” y nos da lo mismo que nos quede grande o
pequeño, porque era una “ganga” que no se podía desperdiciar en el mercadillo
de turno.
También es de
mencionar esas ansias que nos entran de verlo todo a través de una pantalla,
bien sea del móvil, cámara de fotos, o videocámara. Más de uno, con tal de que
se vieran “sus aventuras” por la pantalla, ni se daría cuenta de que, en
realidad, se ha quedado en casa. Fotos y fotos, que dentro de un mes no
sabremos en qué archivo se encuentran, o nos daremos cuenta de que al intentar
recuperar espacio en el disco duro del ordenador, nos hemos cargado el archivo,
y procuraremos no confesar nuestro error a la sufrida (esposa) de turno,
parapetándonos en “cariño, seguro que has
movido tú el archivo sin darte cuenta”.
También es “de
juzgado de guardia” esas ganas locas de hacer todo tipo de colas, Este vecino
está convencido de que más de “un veraneante” se habrá colocado en una cola sin
saber para qué era, partiendo de que si hay gente con pinta de “guiri”, seguro
que es interesante.
Siguiendo con las
colas, este vecino nunca ha entendido esas ganas de esperar haciendo cola para
cenar en la terraza de un chiringuito determinado, entendiéndose por “terraza”,la pura y dura calle, mientras el interior de muchos de esos locales, está prácticamente
vacío.
Y es que, como ya comentado,
en verano nos volvemos muy raros, tanto como para ir a por churros a esa caravana que está al lado del paseo
marítimo, haciendo, por supuesto, otra cola, cuando el termómetro puede estar
tranquilamente superando los treinta grados. Alguna vez este vecino ha llegado
a pensar, que la explicación no es otra que la de utilizar la propia grasa del churro para “engrasar”
nuestro propio cuerpo, y así lograr un moreno más natural.
*FOTO: DE LA RED