Una
de las frases de este siglo, del XXI, es esa de el mundo como
aldea global, y mezclando un poco los términos, que si
alguien se constipa en Florida, por ejemplo, otra persona como
consecuencia de ello puede estornudar en Donosti, San Sebastián.
Algo de eso me ha pasado estos días al enterarme de la noticia de
esa niña de doce años, en Estados Unidos, que se ha suicidado,
saltando al vacío, como consecuencia de, según parece, un
ciber-acoso realizado por parte de otras niñas.
Siempre
se ha utilizado la expresión “juego de niños” para referirse a
algo inocuo, pero o ahora los niños no son tan niños pese a su
edad, o en el tiempo en el que todavía deberían de jugar lo hacen
con conceptos que no se prestan a ello pese a que haya videojuegos,
por ejemplo, en los que sí puedan hacerlo. Y es que un niño, o una
niña naturalmente, los conceptos son intercambiables, pueden ser muy
crueles, porque dicen lo que piensan, sin cortapisas, aunque quizás
en eso, los mayores, tengamos algo que decir.
Lo
mismo que detrás de un gran hombre suele haber una gran mujer (una
amiga mía, Toñi, luchadora feminista elevada a la enésima
potencia, diría que detrás
de un gran hombre hay una mujer grandemente sorprendida, pero
de eso hablaremos otro día), detrás de un niño siempre deben de
estar sus padres, especialmente con su ejemplo, porque en el mundo de
los niños es más importante los gestos que las palabras.
Con
los niños las únicas moralejas que funcionan son las de los
cuentos, porque por lo demás, es más importante para ellos la
imagen que la palabra. A un niño no le puedes enseñar ser un buen
peatón por la boquilla, mientras luego te ve pasando los semáforos
en rojo sin parpadear.
Hace
muchos años ví una película española, dirigida por el televisivo
Narciso Ibañez Serrado, titulada ¿Quién puede matar a un
niño?, que bajo la forma
de un cuento de terror, es más que todo eso, y en ella se puede
comprobar como el arma más mortal que puede tener un niño es su
rostro, su expresión, que te desarma, mientras su interior puede
albergar de todo, y quizás ese todo
se lo hemos permitido previamente nosotros, por aquello de Cría
cuervos...,
y lo triste es que muchas veces los ojos que sacan no son los
nuestros, sino los de otros seres humanos, aunque sean niños
también.
*FOTO: Fotograma de ¿Quién puede matar a un niño?