En momentos en que a consecuencia del “corona” (como desgraciadamente se ha integrado en nuestras vidas tan rápidamente, ya se le debe de tratar familiarmente, eso sí, con mucho, mucho respeto) todo lo pautado para este año, Olimpiadas y Wimbledon incluidos, se está yendo al garete, o a la porra, este vecino del mundo sería de la opinión que este año fuera solo de seis meses. Es decir, hasta finales de junio, para dejar los restos del naufragio un poco decentes, y volver a empezar.
Como si de una toma falsa en una película fuera,
deberíamos, todos, es decir los que quedemos, o queden, que uno nunca sabe la
duración de su guion, y menos en el montaje final del director, se debería de volver
a las marcas de origen y comenzar otra vez. Una manera de aprender de nuestros
errores, que por supuesto ni aun así aprenderemos.
Hay momentos en que por todo lo que está pasando, tenemos
los sentimientos a flor de piel, y el mal tiempo también colabora a crear una
especie de irrealidad en la que en cualquier momento pudiéramos oír por los
medios el anuncio de la lotería de Navidad, sin que se nos saltasen las
alarmas.
Entre otras cosas que todo esto nos va a enseñar es que un bichito
puede entorpecer todo, todo, menos por supuesto la dichosa Declaración de la
renta, que este vecino se atreve a decir que visto así, desde la urgencia de
tomar decisiones, debe ser sino lo único sagrado, sí lo único a respetar.
Si algún día hacemos un edificio para glosar esto que nos está
pasando, merecerá una especie de altar apartado de todo, y con todo tipo de
alarmas para ser inviolable: Antes morir que no declarar a Hacienda. Mejor
no preguntar, pero cualquier día nos enteramos que está: a la derecha del
Padre.
*FOTO: DE LA RED
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