Esta
mañana, a primera hora, he bajado a mi frutería
de guardia,
de esas tiendas que se abren ahora, en plan
boutique, y
que con el look de modernas que tienen, ya sabes que es probable que
te apuñalen a la hora de pagar, y que te tengas que hacer
responsable de la obra entera al comprarte dos manzanas.
La
tienda se supone que es una franquicia, y se llama algo así como
“Viva
el trópico”,
y está decorada no con colores chillones, sino con colores que te
insultan a la vista, pero que se supone que es lo que sugiere el
concepto de “trópico”, al menos para el decorador.
Este
vecino estaba hablando con la cajera sobre sí el melón que acababa
de escoger era mejor pagarlo a plazos o hacerse solo responsable del
pago en metálico de la mitad, cuando de pronto, ignorando la cola,
una mujer con cara de que se le estaba incendiando la casa, ha
preguntado si la pera que tenía en la mano, y cogida al parecer del
interior de la tienda, era igual que las que estaban en un expositor
fuera de la misma tienda.
Intentando
quitar tensión a la escena, y que por un momento la interrogadora se
olvidara del incendio, este vecino, ante el gesto afirmativo de la
dependienta, ha confirmado que la
pera era igual pero con más mundo,
por aquello de estar en contacto con el palpitar de la sociedad.
En
realidad lo que ocurre con las peras del exterior de la tienda, es lo
mismo que está pasando con miles de jóvenes que sufren, según
nuestro gobierno, de “movilidad
exterior”
y se tienen que busca la vida, las peras, en otros países. Es probable que lo pasen igual de mal, o peor, allí, por aquello de añadir morriña al “montón” de sus problemas, pero al menos aprenderán a quejarse e insultar en varios idiomas. Lo cual nunca está mal. Así, cuando vuelvan, le podrán informar de su experiencia al Rojoy de turno con diferentes versiones, dependiendo del número de idiomas aprendidos durante su peregrinaje personal, con la esperanza de que por fin entiendan, de que un parado aquí, o en el extranjero, sigue siendo un parado. ¡Vamos! Como las peras de “Viva el trópico”, que dentro o fuera siguen siendo peras, quizás con más mundo, pero peras al fin.
Y es que, con las tiendas boutique se paga un ojo de la cara, pero parece
que hasta los pensamientos son más elevados, ya que con lo que te
cobran te acuerdas de la dependienta, y de sus diferentes ancestros.
*FOTO: DE LA RED.