"Jarana", para este vecino del mundo, tiene
aroma a finales de los cincuenta. A cosas que hacían los mayores, los hombres, cuando salían de casa y se juntaban con la cuadrilla; a "Karpy" en la copa del "aitá"
(aunque Soberano, según la publicidad, fuera cosa de hombres), olor a "Farias" los fines de semana, y a "jazzband" en las fiestas del pueblo.
(aunque Soberano, según la publicidad, fuera cosa de hombres), olor a "Farias" los fines de semana, y a "jazzband" en las fiestas del pueblo.
Personalmente, nunca he pasado una "jarana". En
mi época de juventud, los setenta-ochenta,
éramos más de irnos de "juerga", o si se iba alargando, convertirla
en "gaupasa", como decíamos los chicarrones del norte, aunque
midiéramos uno sesenta y nueve justito
.
La época de "jarana" me retrotrae a la misma
época de "el cine de las sábanas blancas" cuando insinuabas en casa que querías ir al cine y ya se estaba haciendo de noche, lo que en los setenta
sería "irse a la piltra" pero con mucha más candidez, al menos a oídos
de un niño de unos nueve años que seguía creyendo que los niños venían de París
y que tus padres, por el mero hecho de serlo, eran, y siempre serían,
perfectos.
En aquella época, mediados de los sesenta, la gente, así
en general, era mucho más inocente, en el sentido de que eras lo que eras, sin
intentar proyectar otra imagen, aunque también esa concepción puede estar
motivada por esa mirada naíf que no tenía otro remedio que tener, más que nada por razones de
calendario, este vecino del mundo.
Hay muchos tipos de viaje, y el de las palabras y sus recuerdos es uno de ellos. Viajes interiores con aroma añejo, y muchos de ellos, son los mejores, terminan con una sonrisa a modo de sello en el pasaporte de tu memoria.
*FOTO: DE LA RED
Hay muchos tipos de viaje, y el de las palabras y sus recuerdos es uno de ellos. Viajes interiores con aroma añejo, y muchos de ellos, son los mejores, terminan con una sonrisa a modo de sello en el pasaporte de tu memoria.
*FOTO: DE LA RED