La vida moderna, digital, o como quieran ustedes denominarla, sus usos y costumbres, están haciendo aflorar a unos colectivos que parecen creerse estrellas ellos mismos: los políticos, los periodistas deportivos (los futbolistas, unos cuantos, hace tiempo que lo son) y los guionistas de series de televisión. Otra cosa es que estos últimos, en la mayoría de los casos, ni son muy conocidos, excepto a ojos de verdaderos frikis televisivos, ni ganen lo que debieran merecerse.
He comenzado así tan fuerte
y determinado hoy, porque hay cosas que me cabrean, y en este caso solo voy a hablar en este post, con
relación a las series de televisión...
Todo viene a raíz de dos noticias motivadas por la finalización de las dos series españolas que están ahora triunfando: Velvet, y Mar de Plástico.
Todo viene a raíz de dos noticias motivadas por la finalización de las dos series españolas que están ahora triunfando: Velvet, y Mar de Plástico.
La primera de ellas, haciendo un
doble tirabuzón, en el último capítulo va a ofrecer escenas en directo, y la
segunda, que ya ha rodado varios finales, y ofrece dos, para elegir en votación.
Cada vez que una serie
triunfa, es como si los que la manejan, y con esto me refiero, no a los
guionistas, sino a los “peces gordos” de las cadenas en cuestión, pareciera que
tienen caviar en sus manos, y en seguida quieren subir sus precios. Estoy
hablando de una manera metafórica, porque de la otra, de la real, seguro que
ocurre también y subirán los precios de los anuncios.
Pero con respecto al espectador, que es donde este vecino se encuentra ubicado, le suben el esfuerzo de verla. Más capítulos, más publicidad (más espera ante la pantalla). Mucha incertidumbre, porque ahora cada vez que empiezas a ver una serie, no sabes si va a ser una temporada corta, que quizás ni termine, porque aunque a ti te pueda gustar, si no triunfa claramente, como mínimo le cambiaran el horario y te perderás en las profundidades de la madrugada…
Pero con respecto al espectador, que es donde este vecino se encuentra ubicado, le suben el esfuerzo de verla. Más capítulos, más publicidad (más espera ante la pantalla). Mucha incertidumbre, porque ahora cada vez que empiezas a ver una serie, no sabes si va a ser una temporada corta, que quizás ni termine, porque aunque a ti te pueda gustar, si no triunfa claramente, como mínimo le cambiaran el horario y te perderás en las profundidades de la madrugada…
Y si triunfa, tampoco es
bueno, porque puede que terminen de verla tus nietos, con lo cual en el
testamento te tendrás que tomar las molestias de darles indicaciones de cómo va
el esquema de las tramas y personajes. Eso, sin contar con que los guionistas, a tenor del supuesto triunfo de la serie que han parido, quieran lucirse más de lo necesario, y en plan selfie quieran sacar la patita de la autocomplacencia con un doble tirabuzón de argumento que solo se pueda asumir con una mezcla de varias drogas de diseño en nuestro cuerpo.
Hay series, como “Hospital
Central”, que murieron longevas, pero que el éxito no les sentó bien, ya que a
los protagonistas les pasaba de todo, incluso la amputación de un brazo al cirujano protagonista, y tras
bastantes capítulos de sufrimiento (toda la temporada), su reimplante, y optimización de las
habilidades del brazo en cuestión, el espectador era recompensado con que ese médico, sufridor donde los haya, podía volver a
operar. Matrimonios bien avenidos que luego casi montan “La guerra de Los Rose”.
Maneras de ser de unos personajes bien trazados, que con el tiempo parecían
sufrir esquizofrenia y cambiar su carácter totalmente, quizás porque había cambiado
el equipo de guionistas, o simplemente para que sirviera de coartada a un divorcio inesperado, porque alguno de los actores quería dejar la serie...
Los espectadores de vemos de
sufrir o alegrarnos por las tramas, no por nada más, incluido el que haya un
puente y se paren las emisiones, eso sino dejan a medias la serie hasta la siguiente temporada... Y ahora, parece que quieren hacer
como en los partidos políticos, la responsabilidad a las bases. Y cada vez que
hay un problema, el final de la serie en este caso, que decida el público. Eso
no debería de ser así.
Se tiene que exigir una
sensación de seguridad. De que esas vidas que son representadas por actores,
tienen un destino definido desde el principio. Y no ir al albur de éxitos o
gustos comerciales. Y si vas a dar varios finales, como ya ocurrió con “El
príncipe”, en opinión muy personal de este vecino del mundo, ya se desvirtúa
todo, porque se ven los engranajes y los trucos de la serie, que se supone que
debe de ser la vida misma, y no convertirla, como en el caso de estas dos
grandes series que nos ocupan, en un circo mediático.
Eso, sin contar con esa especie de norma no escrita, que parece existir ahora, en la que los guionistas o personas que deciden el desenlace de una serie, pareciera que no quieren que termine felizmente esa historia, quizás con la excusa de que la vida misma termina siempre en tragedia.
Los finales tienen que ser clásicos, a opinión de este vecino del mundo, los buenos triunfan y los malos sufren. Los que hemos visto toda una serie nos lo merecemos. Lo otro es la vida, que siempre acaba mal, y para eso, no vemos la tele sino que nos asomamos por la ventana, e incluso quizás nos tiremos, protagonizando así nuestro propio "spin-off", aunque sea cortísimo...
En mi pueblo, en todos los pueblos, existe mucha sabiduría de taberna, y siempre se ha dicho que “lo que es, es” y no lo que unos cuantos de éste u otro lado de la pantalla, quieren que sea.
*FOTO: DE LA RED
Eso, sin contar con esa especie de norma no escrita, que parece existir ahora, en la que los guionistas o personas que deciden el desenlace de una serie, pareciera que no quieren que termine felizmente esa historia, quizás con la excusa de que la vida misma termina siempre en tragedia.
Los finales tienen que ser clásicos, a opinión de este vecino del mundo, los buenos triunfan y los malos sufren. Los que hemos visto toda una serie nos lo merecemos. Lo otro es la vida, que siempre acaba mal, y para eso, no vemos la tele sino que nos asomamos por la ventana, e incluso quizás nos tiremos, protagonizando así nuestro propio "spin-off", aunque sea cortísimo...
En mi pueblo, en todos los pueblos, existe mucha sabiduría de taberna, y siempre se ha dicho que “lo que es, es” y no lo que unos cuantos de éste u otro lado de la pantalla, quieren que sea.
*FOTO: DE LA RED