¿Os habéis vuelto a pensar
alguna vez lo que ocurriría si algún familiar, que falleciera hace, por un
decir, unos veinte años, volviera en nuestros días?
Pues a lo mejor se volvía al
más allá más pronto que tarde. Y además este vecino tiene una gran duda, no
sabe si hemos cambiado por evolución, o
nos han cambiado, y ya perdonaréis la expresión, más que por evolución, por
cojones. Y es que quizás no hay que fijarse ni en internet, ni en los móviles,
que han ido apareciendo, como mencionábamos antes, por lo que se denomina como
evolución de sistemas pasados, sino en esas ganas, vaya usted a saber de quién,
que ha entrado de adoptar las maneras más que del vecino, del habitante, casi,
de las antípodas.
Esas ansias de llamarlo
todo en inglés, y de inventarnos maneras cosmopolitas, cuando en lo más íntimo,
y debemos de reconocerlo, nosotros somos de mercadillo y de tortilla de
patatas, y no de “the mall” o “the kidney pie”. Quizás, nuestro problema es que
no sabemos querernos nosotros mismos. Además, está comprobado, cuando compras algo que viene en inglés, es más caro, y luego, al final, en la letra pequeña, te enteras de que se hizo en el pueblo de al lado.
Los que ya tenemos una
cierta edad y peinan canas, aquellos que tienen la suerte de tener todavía
pelo, se acordarán de ese “artefacto” llamado “fiambrera” y que ha alimentado a
millones de españolitos entre curro y curro.
Bueno, pues la mayoría se ha
modernizado y ahora utiliza el famoso “taper”, que en realidad el nombre
completo original es marca registrada, “Tupperware”, y la mayoría nos referimos
a él con el mismo nombre que el auténtico, aunque el nuestro haya salido del chino de al lado de
casa. Y ésto ya es harina de otro costal,
cambiar la tienda de toda la vida, que seguro que ha tenido que cerrar,
porque no podía competir con los precios del “chino” que primero se puso al
lado de ella, y luego directamente compró la tienda que ya había cerrado.
Y la mayoría llama a “eso”
modernizarse, cuando en realidad sería perder la identidad, y acercarnos a una
manera de vivir que no es la nuestra. Pero como decía mi madre, con esas frases tan lapidarias que utilizan las madres: -Culo veo, culo quiero.
Sí, como decíamos antes,
hemos cambiado de la querida y olvidada “fiambrera” al “tupperware”, pero el
trabajo sigue siendo “trabajo” y no “job”, y además es más, con perdón,
jodido y con menos derechos que cuando usábamos
la fiambrera. Quizás, precisamente, por la tiranía de esos mismos que quieren que utilicemos
su lengua y sus costumbres, pero que nunca, nunca, nos considerarán como
iguales.
*FOTO: DE LA RED