Ya lo apuntaba la
calle esta mañana al mirar tras la ventana, llueve y es una mañana triste, muy
triste. Me acabo de enterar de la muerte, hace apenas dos horas de María de
Villota. No conocía mucho de ella, pero es, me resisto todavía a hablar de ella
en pasado, una persona que ya al verla por primera vez, no pasaba
desapercibida. Es la visión más aproximada, que uno puede tener de un ángel bueno, porque según
las creencias, puede haberlos de todos los pelajes.
Es una mañana triste porque se nos va un ejemplo de
superación en la adversidad, de alegría tras la pena.
Quien más quien menos conoce que es hija del piloto de
Formula1, Emilio de Villota, y que su vida desde muy temprana edad, se vio claramente, que se iba a dirigir
también por el mundo del motor, participando en todo tipo de carreras, y abriendo
así puertas a la mujer en este mundo a priori tan machista.
Personaje público, especialmente desde su
accidente como piloto probador del equipo ruso Marussia que le causó grandes
secuelas, entre ellas la pérdida de un ojo; desde entonces ha sido la viva imagen
de la superación, y del pundonor ante la adversidad.
Esta mañana, aparte de la lluvia, es una mañana triste
porque se nos ha ido una mujer, de solo treinta y tres años, llena de vida y
proyectos. En breves días iba a salir, va a salir, un libro suyo, visto desde la
perspectiva de ahora, con el irónico título de “La vida es un regalo”, porque
ella ha tenido mala suerte hasta para eso.
El destino es un mal amigo, y así al menos se ha portado
con esta mujer, que por el mero hecho de
serlo lo ha tenido mucho más difícil, en un mundo, el del motor, especialmente
marcado por el hombre.
Esta mañana, es una mañana triste porque un piloto de los
pies a la cabeza, una mujer de los pies a la cabeza, se nos ha convertido ya
para siempre en un ángel, seguro que de la guarda, y que no necesitará sus
alas, aunque las tenga, porque ya sabe ir a todo gas por su cuenta.
Descanse en paz una mujer valiente, descanse en paz María de Villota.
*FOTO: DE LA RED