Desde que le han jubilado, lo que más practica este
vecino del mundo, es la “observancia”. En realidad, ya lo notarán ustedes, “observancia”
viene a ser un juego de palabras que puede abarcar desde el voyerismo, no parar
de mirar hasta cogerle gusto en ocasiones, la mayoría, a actuar estrictamente
como se ha mandado, normalmente por un tercero, que la mayoría de las veces (ahora
que insistentemente estamos recalcando, especialmente en los discursos
políticos, los sexos), es una tercera.
Esas mañanas mediterráneas al borde del mar, entre las
seis y siete, cuando el que está allí todavía tiene un real por
qué, o quizás un mandato, dan especialmente para practicar la “observancia”. Y
si este vecino se ha dado cuenta, ya que no se considera un “Colombo”, es
porque debe de ser bastante obvio. Esas personas, que pareciendo que les han
echado de casa, por lo temprano de la hora, y quizás por la realidad, optan por
conquistar un buen terreno en primera línea de playa, son en su gran mayoría,
hombres.
Al parecer sus mujeres ven mejor, mucho mejor, que
madruguen, casi bordeando el desalojo a primerísima hora, durante el segundo
sueño, que volvieran a casa tras estar con sus amigotes a la una de la mañana.
Si lo hicieran a las tres, quizás se pudiera arreglar y directamente se le da
las sillas y el conjunto de bolsas, y ya directamente se le puede enviar a
conquistar el Mediterráneo.
Por no decir el cien por cien, lo dejaremos en un
noventa por ciento de hombres solitarios en busca de playa que conquistar, y en
ese diez de excepción, incluimos también a las parejas de “abueletes”, porque
van los dos, y en ese caso son mandados por mando a distancia de los hijos,
esos mismos a los que el resto del año, sus padres les cuidan a sus retoños, porque
ellos, según dicen sus padres salvándoles las vergüenzas, no abarcan para todo.
Este vecino del mundo ha llegado a la firme conclusión de
que si él fuera primer edil de cualquier ayuntamiento costero instalaría,
prioritariamente, inhibidores de frecuencia para evitar mandos a distancia, y
que fuera a ocupar su sitio a cualquiera de las playas y rocas que nos
circundan el que verdaderamente, al final, va a plantar sus reales posaderas.
A este
vecino del mundo que ya se está reconvirtiendo, como dijo en un post anterior (http://patxipe.blogspot.com.es/2017/05/el-joystick-de-mi-vida.html)
en “jubilata de hojalata”, al primero/primera que tenga los santos bemoles de
sugerirle plantar sus reales frente al mar, incluso a una hora razonable, le va a
mostrar el reverso de su dedo medio totalmente erecto y duro, muy duro, de manera que no le
va a hacer falta adornar la imagen con ninguna explicación.
Cualquier jubilado ya es en sí mismo, un superviviente,
y nadie debería de humillarle con peticiones, cuando menos, llenas de un egoísmo
que apesta, provengan de sus hijos o del mismísimo Sursum Corda disfrazado de mujer, la suya.
*FOTO: DE LA RED