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sábado, 19 de diciembre de 2015

JORNADA DE REFLEXIÓN... ¿QUÉ TAL TU HIJA?


A nadie se le escapa que hoy es lo que se ha dado en llamar jornada de reflexión, por las elecciones de mañana, y que a este vecino del mundo siempre le ha parecido curioso, porque siempre ha considerado que los que deberían de reflexionar son los políticos sobre su pasado y su futuro. Cómo se han comportado y cómo se van a comportar,  y ellos, al menos hasta ahora, siempre lo han tenido muy claro, demasiado, y esos polvos, con perdón, han traído estos lodos, y estamos con ellos hasta el cuello.


Pero como hay que reflexionar, yo lo voy a hacer, pero no desde el lado de la política, sino quizás de lo políticamente correcto.

Tengo un amigo, de los íntimos, de esos que los vascos llamamos de la “cuadrilla”. Nos vemos menos de lo que deseáramos, pero siempre que lo hacemos, le hago la misma pregunta, que me consta, además, le hace todo el mundo que no le ha visto desde hace un tiempo: ¿Qué tal tu hija?

Mi amigo tiene una hija de veintisiete años a la que no ve desde hace unos siete.
Se separó cuando su hija era muy pequeña, siete años. No hubo terceras personas pero, como se suele decir, “lo que no puede ser, no puede ser, y además es imposible”. Y me consta que él siempre ha cumplido con todo lo que se le vino encima, ya que tuvo que dejar el hogar, que hay que decir que era de sus padres, y se comprometió además, y no tenía por qué, a que hasta que su hija cumpliera los dieciocho, no haría nada al respecto para que sus padres volvieran a reclamar la casa.

Él, mi amigo, y me consta, siempre ha cumplido religiosamente con todas sus cargas, crematísticas, ya que las del corazón y de la sangre se pueden llamar deberes, pero nunca cargas. Ni que decir tiene que la relación con su ex nunca ha sido buena, porque ella siempre le ha puesto todo tipo de trabas y tramas, digamos, que “para que no se olvide de ella”.  Él, y estoy seguro de ello, siempre ha puesto más de su parte para la buena convivencia, y nunca ha faltado a ninguna cita con su hija, y le ha tenido con él lo máximo que podía.

Pero llegaron los 18 años, los de su hija, porque todo llega, y tras un arduo juicio, ellas tuvieron que dejar la casa. Mi amigo siempre le dijo a su hija, que ella, ni en el juicio ni en la vida, no se tenía por qué decantar por nadie, pero ella eligió hacerlo por su madre, y desde ese momento apenas le ha visto.


Lo curioso del caso es que su hija siempre se anda por las ramas, nunca le ha echado nada en cara, pero no tiene tiempo para verle, y el teléfono, dicho por ella misma, nunca lo oye, casualidades. Siempre está muy ocupada, estudiando, trabajando,  pero no tiene tiempo, ese maldito tiempo que, sin embargo, al parecer, tienen que tener los demás.


Mi amigo cada vez que la gente, su gente, le pregunta por su hija, nunca ha ocultado que ella no le quiere ver, porque además es que es así, y lo demás sonaría a excusas.


La reflexión que os he prometido viene ahora. Mi amigo siempre ha tenido claro que dos no se ven si uno no quiere. De vez en cuando, le hace alguna llamada, que ella sigue sin coger. Le manda algún email, que al igual  que las llamadas, sigue sin tener tiempo para contestar. Y aunque sabe dónde trabaja ella, se niega a aparecer por allí, porque él dice, y en mi opinión está en lo correcto, que “si ella no le quiere ver, cosa que es obvia, no hay que forzar nada”.


Y, últimamente, mi amigo, está muy extrañado con los comportamientos, porque no son muy claros al contestarle, de amigos y conocidos, ya que al hablar sobre el tema, él alguna vez ha insinuado, ya que ahora tiene pareja, que tal como están las actuales leyes de herencias, es muy probable que sólo le deje, y eso que no tiene grandes cifras, ni posesiones alucinantes, lo estrictamente legal.

Mi amigo está totalmente convencido de que la gente no le comprende.
¿Él tiene que ser “políticamente correcto” y dejar toda su herencia a su hija porque, precisamente, es su hija?¿Siempre tiene que dar todo ( y aquí ya no hablamos sólo de dinero), viendo que la otra parte solo es una pared?

Como al exponerme todo esto, que por otra parte ya sabía, estaba seguro que en realidad pedía mi opinión, y tras unos segundos, no me ha hecho falta más tiempo, le he contestado:

Mira, hace muchos años, yo trabajaba en la recepción de un hotel, y nos vino un cantante muy famoso que actuaba con sus hermanos. Le preguntamos si él se iba a hacer cargo de todas las cuentas, y con una sonrisa, nos dijo algo que yo estoy convencido de que se puede aplicar aquí. “Somos hermanos, no primos”. No hizo falta preguntarle más.

*FOTO: DE LA RED