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martes, 17 de junio de 2014

UNA FAMILIA DE ACERO INOXIDABLE

A este vecino siempre le ha atraído la expresión “de buena familia”. Ser de buena familia.
Y por esas cosas de la vida, y sin saber por qué esa expresión siempre le ha recordado a esos cubiertos, que antes al menos, y forzando mucho la vista conseguías ver que ponía “de acero inoxidable”. ¡Vamos! Brillante, refulgente, pero le das el valor, en realidad, que quieras.
¿Qué es ahora ser de buena familia?
¿Una familia en la que todos están cumpliendo a rajatabla, gran expresión por cierto, la ley?
En los años sesenta, quizás, hubiera sido ser una familia sin problemas con el régimen de turno, de buena fachada con respecto a la iglesia, y aquí incluiríamos esa gran expresión de la época, y seguro que ahora muy incomprendida de, “temerosa de Dios”. Lo que te hacía sentir pequeño ante alguien que posiblemente te vigilaba. No sabías por qué pero alguien siempre te podía vigilar.
En un pueblecito pequeño, el mismo cotilleo te podía perseguir. Muchas veces lo importante no era lo que habías hecho, sino lo que hubieras podido hacer.
Ese vecino, quizás con envidia, que pensaba vaya a saber usted qué, y siempre podía haber una duda de algo.
De las buenas familias nunca se dudaba. Católicos, sobre todo de puertas para fuera. Las mujeres en su actuación tenían que ser, rectas, muy rectas. El hombre cuanto más casquivano al atardecer, y fuera de casa, quizás más hombre.
Mientras este vecino sopesa todo esto, le vienen imágenes, todas en blanco y negro. No sabe por qué, pero quizás una especie del cine español encarnado a finales de los cincuenta / principios de los sesenta, por un Francisco Rabal, siempre más negro, mucho más negro, que un Alberto Closas, siempre más recto, y con “una gran familia” por detrás. Y es que un fino, muy fino, bigote siempre te daba un aire de posibles, y de derechas, especialmente de derechas.
Ahora quizás ya no se emplea eso de “ser de una buena familia”, sobre todo porque, lo queramos o no, eso lleva implícito sobre todo “unidad”, y ahora en cuanto ya tenemos juntos a cuatro o más, siempre hay alguien con tendencia a estar cabreado. Eso sí, muchas veces de cara al exterior se puede hacer el paripé de “la ropa sucia se limpia en casa”, pero las aguas que se presume salen del núcleo familiar tienden a ser más bien sucias.
Y es que quizás, y volvemos al principio, ahora quizás no somos tanto “de acero inoxidable, y más del oro y los metales nobles, que son de fácil transformación en dinero constante y sonante. Quizás se van perdiendo los valores, porque de eso siempre se presupone mucho, y al final es como la célebre burbuja inmobiliaria, que al final pagas más, del valor que en realidad tienes. Y quizás antes se vivía de presuponer, unos valores familiares, de unidad, de religión, de conducta. Y, especialmente, hace muy pocos años se ha vivido de lo que se tenía, por decirlo de alguna manera, “en posibles contantes y sonantes”, y ahora, solo ahora, con aquello que te hace llegar a final de mes.
Quizás, y tristemente, ya no te planteas el “ser de buena familia”, porque estás suficientemente ocupado en sobrevivir sea como sea.

*FOTO: DE LA RED