Desde
pequeños nos contaron historias cada una más cruel que la
anterior, en la que se relataban vidas de princesas envenenadas,
hijas abandonadas por malas madrastras, paseos por el bosque de
brujas hambrientas... que nos dejaban con la boca abierta y el
corazón encogido.
Lo
importante de esas historias, siempre venía al final, a modo de
moraleja, en la que se premiaba o se denostaba el comportamiento del
personaje en cuestión.
Desde
hace mucho tiempo, este vecino del mundo pienso que los cuentos que
conocemos, se hicieron pensando en los pobres, y en el fondo moral
de todos ellos está el conformismo, que has nacido en el seno
social que has nacido, y para transmutar de paisaje social
tienes que andar besando a ranas como loco para encontrar un
príncipe que te dé el pasaporte al éxito.
Como
vecino del mundo no he encontrado ninguna princesa a la que le
molestara un guisante debajo de diez colchones, entre otras cosas
porque si fuera así, y ya solo con un colchón, se fastidia y
aprende a dormir en otro lado de la cama, porque no está el tema
para comprar más colchones para la “señorita” en cuestión.
Cada
vez se utilizan menos los sastres, y encontrar además uno valiente,
como se decía en el lenguaje de los cuentos, tenía que ser la
repanocha.
Muchos
niños de ahora, lo más parecido a los cuentos que conocen son las
historias de los video-juegos, y mientras antes buscabas a príncipes
o princesas, ahora buscas como loco una vida para seguir
sobreviviendo.
La
diferencia entre el antes y el ahora, quizás estriba en que hace
años te cultivaban la esperanza ante una vida que, como la de hoy,
estaba llena de problemas pero te la pintaban de algo mágico para
poder seguir viviendo y descubriendo en cada recoveco, que lo
verdaderamente mágico es vivir y labrarte un futuro lo más cercano
posible a aquello que habías soñado.
Ahora,
los niños desde pequeños, saben que tienen un reloj, como el de los
video-juegos, que nunca va para atrás, y tienen que ir cumpliendo
etapas o aventuras, capturando presos, o matando sueños ajenos, para
conseguir los propios.
Antes, lo único intocable era la moral, ahora, ni está ni es esperada.
Es
curioso, pero quizás hemos conseguido que en un mundo sin cuentos,
las historias que se pueden vislumbrar en un futuro son verdaderamente terroríficas.
*FOTO: DE LA RED