Como
si fuera una derivada de los tiempos convulsos en que estamos
viviendo, a mi cuerpo como “gracieta” de entrada al verano, no se
le ha ocurrido otra cosa que agarrar una gripe de esas con pedigrí.
A
este vecino del mundo siempre le ha gustado encontrar, si lo hay, el
lado divertido hasta en los peores momentos, y lo positivo de ésto
es que el piso se ha transformado, midiera lo que midiera, porque en
este caso eso no importa, en una grandísima superficie, por las que
mis mermadas fuerzas tardan mucho más tiempo en trasladarse de un
sitio a otro. Una especie de ensayo de lo que será la vejez en
cuanto a movimientos se refiere.
Dadas
las circunstancias “móviles” por las que atravieso, no he podido
dejar de acordarme de aquella ministra que quería promocionar los
pisos de treinta metros. En días como hoy me hubieran sobrado
veintinueve, especialmente para acordarme de todos sus ancestros.
De
todas maneras, entrados en materia, aquí se puede utilizar una frase
de solo tres palabras, pero que una vez dicha, a la persona que se le
dice se le riega de sospechas y de colores oscuros, y es la famosa
coletilla: “ya nos conocemos”.
Hay
gente que con la escusa de que le han traído a este mundo sin
pedirle permiso se pasa esta vida recordándonos de que está en una
continua protesta y que todo le viene bien para hacer de su capa un
sayo.
Son
esos mismos que se toman la vida en un continuo concurso, una especie
de juego de póquer en que todo vale con tal de ganar, y que ir de
farol es su estado natural.
Para
este tipo de gente su frase favorita y comodín es “ya nos
conocemos”, con la cual se puede insinuar muchas cosas, y
ninguna buena.
Con
el “ya
nos conocemos”
se puede hasta desenterrar antiguos muertos y momentos de vergüenza,
y no precisamente de la ajena. En el trasfondo se insinúa que yo
ahora me voy a portar mal, pero que no eres tú precisamente el
encargado de dar ejemplo. Es una manera de reconocer una vida
anterior de la que presuntamente no se ha salido precisamente airoso,
y que gráficamente se puede dibujar con una alfombra repleta de
porquería debajo, haciendo referencia a todo lo que supuéstamente
se guarda de maneras de proceder durante la vida.
En
la mayoría de recomendaciones que nos da el gobierno desde que la
crisis nos violó, prácticamente está esta frase sobrentendida.
Pasó
lo que paso con la famosa “burbuja inmobiliaria” porque habíamos
vivido por encima de nuestras posibilidades. Se
podía haber añadido tranquílamente, y es que ya
nos conocemos.
De
la actual racanería del troll convertido en ministro, el Señor
Wert, para con las becas universitarias, siempre se sobrentiende el
“ya
nos conocemos”,
y es que se corre el riesgo de pensar de que lo que uno
hacía, lo tienen que hacer por fuerza siempre los demás.
Sin
embargo, no hay que olvidar que esta frase también es de ida y
vuelta, y todo lo que supuéstamente bajo manga pueda hacer la clase
política no nos va a sorprender en absoluto, especialmente cuanto
más negativo sea lo que haga, porque “ya
nos conocemos”,
y para redondear el pensamiento podemos añadir otra frase
prefabricada y que aquí nos viene al pelo, y es esa de que “ya
se sabe que la cabra tira al monte”.
Y
es que en estado de gripe no solo los pisos crecen, sino que el
lenguaje se hace más torpe, y la gente no va a pensar que se habla
así por vagancia, sino por experiencia.
*DIBUJO: DE LA RED