Uno tiene sus ritos y costumbres, y uno de ellos es el encender a primera hora de la mañana la radio, y no dejarla descansar durante prácticamente todo el día.
Dentro de ella habitan muchos tipos de personas y pelajes, que ya forman parte de mi familia, y como los conoces tan íntimamente, sabes perdonarles cualquier debilidad que puedan tener en un momento determinado, pues a la familia se le perdona todo. Y entre todos los hermanos y primos hay un lugar especial para la emperatriz de las ondas, disfrazada de ama de casa pudorosa entra de tapadillo todos los fines de semana en las ondas de mi corazón.
Hubo un tiempo que en el cariño de mi corazón cinematográfico, la propietaria era aquella mujer de belleza aniñada llamada Meg Ryan, con y sin orgasmos fingidos, que se enamoraba de antihéroes y personas normales, que un día podía ser yo. Era el misterio de la vecina de al lado, a la que nadie más que yo conocía, pero un buen día se hizo famosa y nos abandonó, a su marido, Dennis Quaid, y a mi.
Desde entonces, en el firmamento sonoro de mi corazón, con el permiso en la tierra de mi Nuri, brilla con luz propia la leridana Pepa Fernández, que con su programa del fin de semana logra que no sean unos días cualquiera.
Entró de rondón como la vecina de la radio de al lado, que venía los sábados por la mañana tocando a la puerta de mis oídos para pedirme el perejil de la atención, y con esa voz modosita que parece ponerse roja con cualquier situación picantona que puedan plantear sus compañeros de programa, en especial ese peso pesado de la comunicación que es José María Íñigo, con su secciòn de canciones de gasolinera, nos gana a lo largo de todo el programa.
Pepa parece que nos habla desde la salita de su casa, y es tanta su sencillez que nos hace sentir que es su primer día de trabajo frente al micrófono, tal es su frescura que nos da la sensación de que el tema que está tratando en cada momento, es totalmente improvisado, pero siempre hace las preguntas justas en el justo momento.
Está claro que nunca puede haber un gran concierto sin grandes músicos, y todos ellos, en estas sinfonías de sábados y domingos, son excelentes.
Un momento estelar, por elegir uno, es las conversaciones con Nieves Concostrina. Mirando fríamente todo eso podía ser un peñazo, e incluso macabro, pero la manera de presentarlo se nos hace sumamente interesante y simpática.Espero que tengamos Pepa para rato, pues es un soplo de radio fresca en las mañanas de unos días en los que el cuerpo te pide descansar, pero el alma ya no puede relajarse si no estamos cerca de ella. La radio es nuestra, y nuestra Pepa también.
*FOTO: DE LA RED
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