Muchas veces el precio de algo, mucho o poco, es totalmente
subjetivo. Hoy lo he podido constatar.
Como este mes, e incluso el año, ya huele a difunto, y mis
citas con los médicos o reuniones de alguna manera importantes, especialmente
para mí, ya enlazan con el año que viene, he salido a comprar uno de esos
calendarios, que bonitos no son, porque parecen meros croquis, pero que como no
tengo secretaria o secretario, son los que más se acercan a mis necesidades.
Ya estaba pagando en la caja, un poco más de once euros, por el único calendario, al
menos a la vista, que según mi criterio podía hacer de "secretario honoris causa", por la Universidad de mi casa, para los próximos doce meses, cuando la otra única clienta, que estaba detrás mio, ha dicho, se supone que a la que me estaba atendiendo: -¿Me cobras? A lo
que la empleada con cara de sorpresa le ha contestado: -Espere un momento, por
favor, mientras me señalaba.
En ese momento, me he dado la vuelta y la he saludado más
que efusivamente, y con una gran sonrisa: -Muy buenos días. A lo que la clienta
díscola o despistada, y ahora con cara de confusión, me ha contestado: -Al
entrar ya he saludado.
Le he respondido: -Ahora le he saludado yo
porque es obvio que no me había visto. De todas maneras, en la era del
empoderamiento, nos empoderamos todas (aquí ha seguido un silencio bastante
acusado), y todos, o se debería de romper la baraja.
En ese momento había dos moscas en la librería, sólo una de
ellas volaba.
Como decía al principio, el precio muchas veces es
relativo, porque hoy con la compra del calendario he cerrado alguna puerta de
la que venía muchísima corriente, amén de conjugar, en mi caso, por primera vez el verbo empoderar. Me ha gustado.
*FOTO: DE LA RED
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