Aunque ocurra, cada vez es más
difícil que el destino te cause una mala pasada.
Ayer estaba dando un paseo
cuando un ruidito en la muñeca, mi "smartwatch", o reloj inteligente, me
avisaba de que me había llegado un aviso al móvil. Y como si de un juego
encadenado se tratara, para encontrar un tesoro, un mensaje me decía que al día
siguiente, en el pueblo en el que estaba, y que estoy todavía, sufriría una
diferencia, a la baja, de 9 grados.
¿Velan por nosotros? Yo no
diría tanto, sino que nos espían, que no es lo mismo.
Siempre he oído eso de que a
través de todos los dispositivos que tienes a tu alrededor van controlando tus
actos, e incluido tus conversaciones, y como mínimo lo utilizan para "afinar" la
publicidad con la que te quieren “rodear”.
Sea como fuere, hace unos días
me ha ocurrido algo que como mínimo me ha reforzado más en esa teoría de la
conspiración, que como mínimo me ha dado qué pensar.
Creo que fue el Día de los Reyes Magos, y
fabulando sobre viajes fantásticos, estuvimos en casa hablando de Islas Galápagos, terreno
perteneciente a Ecuador. Dos días después, llamenlo casualidad, recibí publicidad
de una agencia de viajes que siempre me envía información, y que el único viaje
que me ofertaba era, efectivamente, a Islas Galápagos.
Ya dije en casa, en tono de broma, que a partir
de ahora tenemos que hablar de lo jodidos que andamos para llegar a final de
mes, por si algún alma caritativa nos sorprende, y mucho, con algún cheque, que
patrocinando algo, nos saca de pobres aunque sea cinco minutos.
Desde ese día, hace unos tres
o cuatro, tengo la sensación de que estoy participando en algún programa de
cámara oculta, y espero al menos, que no me ocurra aquella especie de leyenda
urbana, o bulo, que se dijo en su momento sobre “Sorpresa, sorpresa”, Ricky
Martin, la mermelada y el perro. Aunque bien pensado, y modernizando el hecho
con personajes actuales, no me importaría que me invitaran, por ejemplo, a la
entrega de los Oscar este año, para así poder celebrar junto a Antonio
Banderas, ese premio que tanto se merece, y que muy lejano se antoja por un
Joaquín Phoenix en estado de Joker.
Ahora solo me queda leer este
texto en alto, porque los espías electrónicos por ahora parece que saben escuchar,
pero no leer.
*FOTO: DE LA RED
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