Como se siga pidiendo/exigiendo disminuir la cantidad de
personas para poder aceptar un grupo en nuestras terrazas, o reuniones
familiares (ahora ya se ha pasado en varias autonomías de diez personas a seis),
llegará el día en que los que tengan doble personalidad, no van a poder salir a
la calle.
Ahora en serio, aunque lo anterior en cierta forma
también lo era, más de una vez me acuerdo de aquella película española de 1962,
dirigida por Fernando Palacios, La gran familia, la de la famosa búsqueda navideña
del Chencho perdido, y sus dos secuelas.
Por de pronto este año en Navidades, y con la nueva
normalidad, esa familia de las familias que quería el régimen de entonces, como
mínimo iba a tener que organizar tres mini-saraos en sitios diferentes para las
comidas y cenas en esos días, se supone, tan entrañables, y así poder cumplir la
normativa de cada momento. Y eso, le sigue recordando a este vecino del mundo,
las palabras de una Isabel Díaz Ayuso desatada, hablando de maneras de vivir de los
migrantes, cuando en realidad los menos afortunados en esta sociedad actual,
sólo se limitan a sobrevivir como pueden.
Y es que si algo nos está enseñando esta pandemia es,
como en aquella serie de televisión, que “nada es para siempre”. O como ese famoso
chiste que nos contaban nuestros ancestros, al menos los de este vecino, de “cómo
cambia la vida, AYER era sin hache, y sin embargo HOY la lleva”.
Aunque normalmente los cambios, siempre relacionados con esta dichosa pandemia, te van aligerando el equipaje y el poder económico. Y ya hace mucho tiempo que más de uno se ha quedado con las vergüenzas fuera, y en este caso este blogger no se refiere sólo al ciudadano sufridor, sino al que tiene que tomar ciertas decisiones y todo le viene grande, menos la talla de su poltrona de la que no se quiere separar ni arrojándole el agua escaldada de la vergüenza torera, que ni tiene ni se le espera.
*FOTO: DE LA RED
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