Al final me voy a tener que
hacer de Legálitas para intentar no saltarme ninguna norma de esas que ayer no
estaban, pero que hoy nuestros políticos han creído conveniente, y por nuestra
seguridad, solo por ella, ponerla o quitarla, que uno ya está más confundido
que el asesor de Donald Trump, o incluso, sin irnos al extranjero, que el
asesor, si todavía lo tiene, de Isabel Díaz Ayuso.
Por cierto, y hablando de
asesores…, al de nuestro Presidente, Pedro Sánchez, le aconsejaría que antes de
tomar cualquier otra decisión con la Presidenta madrileña, hay que asegurarse
de que sea ella la primera que recomiende algo, porque así se podría dar el
caso de que coincidan en sus deseos. Ya que si le dejas a ella el derecho a réplica,
está demostrado que siempre elegirá lo contrario. Pareciera que ha elegido
estar en la oposición las veinticuatro horas del día.
Antes del imperio de “lo
políticamente correcto”, este vecino del mundo hubiera podido decir eso de que da
la impresión de que llevar la contraria, a Díaz Ayuso le pone; pero estando donde
estamos, mejor no incurrir en el error.
No sé a vosotros, pero éste
estado actual, a la sombra de la alarma, me hace sentir como un borrego pastando
aquí o allá. Como se dice en mi pueblo: lo mismo me da que me da lo mismo.
Se trata ya puramente de
sobrevivir, y ya se sabe, que en las pelis al menos, el secreto está en pasar
desapercibido. En cuanto empiezas a recibir tus primeros planos, es posible que
a tu guion le queden muy pocas líneas, porque un asesino en serie, quizás, te
esté acechando. Y sólo cobras cuando estás. Para eso no hace falta ni pagar a
un asesor.
Por cierto, y ya para terminar, el que seguro no queda en paro es el psicoanalista de cualquier asesor. Ahora bien, afinar eso tiene que ser más difícil que darle cuerda a un reloj de pulsera antiguo, con las manos dentro de un par de guantes de boxeo…
*FOTO: DE LA RED
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