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viernes, 30 de octubre de 2020

A LA SOMBRA DE LA ALARMA

 


Al final me voy a tener que hacer de Legálitas para intentar no saltarme ninguna norma de esas que ayer no estaban, pero que hoy nuestros políticos han creído conveniente, y por nuestra seguridad, solo por ella, ponerla o quitarla, que uno ya está más confundido que el asesor de Donald Trump, o incluso, sin irnos al extranjero, que el asesor, si todavía lo tiene, de Isabel Díaz Ayuso.

Por cierto, y hablando de asesores…, al de nuestro Presidente, Pedro Sánchez, le aconsejaría que antes de tomar cualquier otra decisión con la Presidenta madrileña, hay que asegurarse de que sea ella la primera que recomiende algo, porque así se podría dar el caso de que coincidan en sus deseos. Ya que si le dejas a ella el derecho a réplica, está demostrado que siempre elegirá lo contrario. Pareciera que ha elegido estar en la oposición las veinticuatro horas del día.

Antes del imperio de “lo políticamente correcto”, este vecino del mundo hubiera podido decir eso de que da la impresión de que llevar la contraria, a Díaz Ayuso le pone; pero estando donde estamos, mejor no incurrir en el error.

No sé a vosotros, pero éste estado actual, a la sombra de la alarma, me hace sentir como un borrego pastando aquí o allá. Como se dice en  mi pueblo: lo mismo me da que me da lo mismo.

Se trata ya puramente de sobrevivir, y ya se sabe, que en las pelis al menos, el secreto está en pasar desapercibido. En cuanto empiezas a recibir tus primeros planos, es posible que a tu guion le queden muy pocas líneas, porque un asesino en serie, quizás, te esté acechando. Y sólo cobras cuando estás. Para eso no hace falta ni pagar a un asesor.

Por cierto, y ya para terminar, el que seguro no queda en paro es el psicoanalista de cualquier asesor. Ahora bien, afinar eso tiene que ser más difícil que darle cuerda a un reloj de pulsera antiguo, con las manos dentro de un par de guantes de boxeo… 

*FOTO: DE LA RED


domingo, 1 de diciembre de 2019

EL MES DE LAS LUCES



Sí. No hay duda. Estamos en el primer día de Diciembre y, además, sin red, jugándonos el tipo. 

Los norteamericanos ya han llorado, como lloran en las pelis, en su día de acción de gracias. Y nosotros, en cambio, estamos dando gracias a nuestro destino que pese a tener los políticos que tenemos, y como somos como somos, seguimos sobreviviendo, más que nada porque así fastidiamos a los que no nos quieren aquí. Y ya estamos mirando hacia abajo, por si nos caemos, donde está la nada, y te da ganas de gritar. Y miramos también arriba, por si triunfamos, y llegamos al Olimpo de la felicidad plena.

Ha pasado ya casi el año entero, y en el mejor de los casos, estamos con el mismo pelo que el año anterior, e incluso algunos, como este vecino del mundo, con un ojo menos, y no es el de atrás, precisamente. O sea, y ahora mismo me doy cuenta, este año me ha costado, y es literal, un ojo de la cara. Y luego dirán que vivir, por lo menos sobrevivir, no es caro.

Claro, vivir es un lujo, porque entre otras cosas, nos da más tiempo a seguir coleccionando lindezas del “famoseo” nacional. Y nos enteramos, en versión Francisco Rivera, que el Cola Cao es muy difícil de preparar porque primero tienes que coger una taza, leche y … más cosas. Y yo, no sé por qué, llámenme inocente, pero estaba convencido que Francisco Rivera, Don Francisco, era muy ducho en eso de coger, y ahora parece que no. 
Como hubiera dicho mi madre, algo tendrá el agua cuando la bendicen, y algo tendrá el Rivera cuando le siguen haciendo caso, y continua, como decía aquella miss, ex-miss, o ex-todo, estando en el candelabro.

Y por si fuera poco, nos enteramos también de que el Ayuntamiento de Madrid ha inaugurado su tradicional belén, uno de los 10 que este año se pueden contemplar en toda la capital, y además, por primera vez desde hace unos años, sin la supervisión de Carmena ni ninguno de los suyos. Los encargados de presentarlo han sido, como no podía ser de otra manera, el alcalde, José Luis Martínez-Almeida, y la vicealcaldesa, Begoña Villacís.

El alcalde  preguntado sobre la bandera que está pintada en el pedestal en el que se erige el belén ha declarado que "no es una novedad". "Todos los que hemos tenido belenes en las casas sabemos que era también un elemento tradicional poner la enseña nacional y es lo que hemos decidido que era procedente", ha afirmado.

Y este vecino, por aquello de los déjà vu de la vida, se ha acordado de que el Señor Aznar, en cambio, practicaba el catalán en la intimidad de su casa. Y se ha puesto muy triste, este vecino también,  porque ha llegado a la conclusión de que en la suya, en casa de sus padres, sólo se sobrevivía,  y no costaba poco. Y se ha acordado también de la zambomba y del gesto para tocarla. Cosas suyas... y de este mes que no olvidemos, es el mes de las luces, y sus consiguientes sombras.

*FOTO: DE LA RED

miércoles, 25 de diciembre de 2013

FOREVER AND EVER, O LO LARGAS QUE SE PUEDEN HACER LAS NAVIDADES

Vamos bien. Al menos hemos sobrevivido al primer envite navideño, la noche buena.
En el centro de mesa, dos velas, encendidas, naturalmente, en clara alusión a lo que puede ser el próximo año con la subida de la electricidad. Porque lo triste  es que al final diremos eso de que “Sólo han subido el ocho por ciento”, o lo que se tercie.
Al entrar en casa, y en claro signo de armisticio, cada uno dejó en el perchero sus armas, y no las recogió hasta la hora que se fue. La suegra se pasó toda la noche callada, porque como solo sabe meterse con los yernos o las nueras, no sabía qué decir, y solo hablaba de la comida, de lo bueno que estaba, aunque ella le hubiera echado un par de especias más… Resumiendo: una conversación de ascensor de lo más trivial posible.
Por cierto, hablando de temas triviales, este vecino siempre se ha preguntado cómo tiene que ser una conversación con dos vecinos que vivieran en el último piso del Empire State, y coinciden cogiendo el ascensor en la planta baja. Porque si empiezan a hablar sobre el tiempo atmosférico, les da para pormenorizar de cada uno de los pueblos de cada estado norteamericano. Y ante eso, o la expectativa de subir andando, una de dos, o preparas un tema a fondo cada vez que subes o bajas en el ascensor, o finges que tienes una afección en la garganta, que es posible que te dure “forever and ever”. Eso, acompañándolo todo de unas gafas de sol, para que no se pueda leer en tus ojos lo azaroso del momento.
Ayer, noche de fritangas en la mesa, y de refritos si viste la televisión.
Gran pregunta: ¿Qué puede pasar en este país con alguien que no le guste el tipo de música de Pablo Alborán, aunque no tenga nada en contra de ese chico? Porque se está haciendo de todo para que se le odie.
Si el otro día este vecino decía que Dios, por aquello de que está en todas partes, era Martín Berasategui, no le va a la zaga Pablo Alborán. En poco más de un año, desayunamos, comemos y cenamos con él.
Quizás, y lo de la cena de ayer pudo ser un fiel reflejo, la crisis ha servido para unir a las familias.
Y de Raphael, ni hablamos, porque si ha resistido el anuncio de la Lotería de Navidad, lo tendremos también, forever and ever. Con todo lo diferentes que éramos los que ayer nos sentamos, o nos sentaron, en torno a la mesa, conseguimos estar todos de acuerdo, y sin parpadear, en un asunto: la programación de cualquier cadena de televisión es mala a rabiar, y si encima pretenden hacer refritos de lo mejor de ellos: noche para olvidar.
Vamos a tener que querernos mucho nosotros, porque el entorno, no ayuda.